domingo, 8 de julio de 2012

Mme. V


En el tema de la mujer en general, pero en especial en lo que a la fotografía se refiere, hay iconos inmortales, imágenes que se vuelven tópicas o parte del modelo general e ideal de la belleza. Este es el caso, no me cabe duda, de la norteamericana Norma Jeane, mejor conocida como Marilyn Monroe (1926-1962), su imagen se repite una y otra vez, siempre que es necesario hablar de ese modelo o de ese ideal de belleza. En vida, en el punto más alto de su carrera, no hubo fotógrafo famoso, fuera o no de la farándula o el cine, que no quisiera hacerle una fotografía. Entre ellos, se encuentra Milton H. Green (1922-1985) quien en vida publicó libros y calendarios con la imagen de la actriz que siempre supo transformarse frente a la cámara, es como si hubiera un entendimiento natural o como si la máquina se volviera una extensión de ella que hacía, que se operara a voluntad de la MM. De todos estos miles de imágenes, todas con estas mismas características, es de donde surge el mito, la inmortalidad de la malograda Marilyn Monroe.

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