martes, 29 de mayo de 2012

Atl, inmenso

Tengo la impresión (aunque sé que no es así) de que hay exposiciones que se montan solas, en las que no hay que hacer otra cosa que desempacar, colgar y situar las cédulas. Son tan casi perfectas que se imponen tal cual se presentan. Es el caso de la muestra Dr. Atl, obras maestras, que el MARCO inauguró el pasado día 24. Y aunque me parece que la muestra debió llamarse más bien Atl paisajista, la verdad es que no tiene desperdicio alguno.
     Para quienes no están familiarizados con la obra de Atl, me parece que esta es una gran oportunidad para acercarse a ella y ver cómo es que un tema tradicional como el paisaje, evoluciona y se instala como género moderno al que aún se puede recurrir para hacer comprensible el mundo contemporáneo. Pero también, puede servir para darnos una idea de cómo y a partir de qué se fue formando el arte moderno en nuestro país. Finalmente, en la muestra se incluyen dos piezas cercanas a nosotros, por un lado una Cola de Caballo, cuya relación es obvia (aunque  ya en otra parte he demostrado que no se trata de nuestra Cola de Caballo), y dos, la  estupenda tela El maizal, que es la semilla de la que nació la Colección FEMSA. Todo ello sin mencionar lo  cercano que estuvo este admirable personaje de, Arte, A.C., de cuyo primer consejo consultivo fue parte fundamental.
     Pero quisiera regresar al Atl paisajista, al que vio en nuestra Huasteca el paraje ideal para la fundación de su ciudad perfecta, Olinka. Son varios los aspectos que se conjugan para hacer memorables sus paisajes. Recordemos que parte de su formación la tuvo en Europa, justo en el momento en que las Vanguardias Históricas, empezando por el  Impresionismo, ganaban su carta de naturalización como el arte nuevo, el arte de la era moderna. Pero no es, contrario a lo que se podría suponer, el Impresionismo su modelo a seguir en el tratamiento del paisaje, sino el Futurismo y la necesidad de ver con los ojos del presente los temas universales, y los ojos del presente son, en su tiempo y entre otros aspectos, los ojos de la aeronáutica (ver su manifiesto de 1958 que se encuentra en la exhibición), de ahí su relación con Luis G. Serrano y el desarrollo de la perspectiva curva. De esta necesidad nacerán verdaderas obras maestras como El valle de México de 1940 o El Popocatépetl desde un avión de 1948. También es de este afán por estar acorde a los tiempos que se viven la idea de los Atl-Color, que así como con él nació con él terminó.
     También de ésta que fue su pasión, surgen las pinturas del Paricutín, espectáculo que sin duda supo explotar para convertirlo en marca registrada. Tal acercamiento a un fenómeno de esta naturaleza y hacer de la pintura su testigo va de la mano con el espíritu modernista del pintor a través del cual ciencia y arte se funden en el saber universal del hombre.
     Por último quisiera mencionar un retrato de Justo Sierra y una fotografía de autor no identificado que presenta el grupo de alumnos de la Academia de San Carlos que participaron en la famosa exposición del Centenario (por cierto entre los alumnos se encuentran 5 mujeres, lo cual es destacable). Llamo la atención sobre ambos porque me parece que el desarrollo de la cultura nacionalista arranca antes de Vasconcelos con Justo Sierra, y porque es de esos alumnos de donde surge el ánimo del arte moderno en México, tan es así que en 1910 ya estaba, este mismo grupo, solicitando al ministro de Instrucción Pública, los muros del ex-convento de San Pedro y San Pablo para practicar la pintura mural.
     Ambos pasajes me interesan, además, porque hacen evidente la urgencia de releer nuestra historia del arte con diversos enfoques. Sólo así podremos entender el valor del trabajo de Atl, pero también el de muchos otros pintores de la época, entre los que se encuentra el regiomontano Ramos Martínez. Con una visión más incluyente nuestra historia se volvería más rica, más interesante, más confiable.

Publicado originalmente por Milenio Diario

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