No existen mayor misterio que el funcionamiento del cerebro, las motivaciones que empujan a uno hacia un lado y no otro, a llevar a cabo acciones que nadie más haría. Ese es el caso de multimillonario francés Albert Kahn (1860-1940) que enamorado de la magia de la película Autochrome (primer proceso para obtener fotografías a color) e imbuido de un profundo espíritu humanista, muy propio de la época, decidió poner parte de su fortuna al servicio de un proyecto faraónico, fotografiar las gentes y lugares más remotos de los cinco continentes, en el fondo, encontrar y fotografiar eso que a todos nos convierte en humanos y miembros de una misma especie. Aquí vemos una imagen que refleja los últimos vestigios de la Dinastía Quing en el centro de China continental. El proyecto de Kahn, para el cual contrató a más de 100 fotógrafos que recorrieran el mundo, arrancó en 1929 poco antes de la crisis de Wall Street, razón por la que en 1931 ya casi en bancarrota, tuvo que cancelar lo que fue el sueño de su vida. En ese par de años se reunieron más de 72,000 fotografías que se conservan en el Museo que lleva su nombre.
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