miércoles, 17 de julio de 2013

Quitar una foto

Hace unos días escuché las declaraciones de un grupo de niñas y niños, suburbanos y rurales, a cerca de la intencionalidad de unas fotografías que presentaban ante sus compañeros y maestros, como sus favoritas o más significativas. Me llamó la atención que un buen número de ellos se refiriera a que habían "quitado una foto", es decir: "... este es mi abuelo y le quité una foto para acodarme de él.", o "... son las flores de la casa del pueblo que me gustan mucho y por eso les quité una foto." Curiosa manera de referirse al acto que otros denominamos "tomar una foto", "hacer una foto" o simplemente "fotografiar". Es como si estuviéramos compuestos por capas de imágenes que se van desprendiendo según nos vayan retratando, cada nueva imagen que aparece sobre un soporte fotosensible, es una foto que nos quitan de encima. Esta manera de concebir una actividad que hoy día forma parte de nuestro diario quehacer, me recordó la concepción que Baudelaire tenía de la fotografía. A su tradicional condena y rechazo, hay que sumarle el que pensaba que con cada nuevo retrato perdía algo de su alma, como si la fotografía le pudiera ir robando, capa por capa, como si de una cebolla se tratara, un tanto de su espíritu. Esta concepción de la fotografía también explicaría la reticencia de algunos grupos culturales de los llamados primitivos, respecto a ser fotografiados (en realidad es falso que le hubieran tenido o tengan temor a la fotografía, sus reservas a ser retratados aunque algo tiene que ver con ese tema, radica en muchas otras razones y motivaciones.)

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