Rodney Graham. Light Keeper with Light House model 1955. 2010
Por alguna razón, que no puede ser otra que la costumbre, nos gusta llevar a cabo listados de buenos propósitos siempre que inicia un año o, mejor dicho, cada vez que iniciamos un nuevo ciclo, sea este de la naturaleza que sea; coincide, ahora, justo cuando acabamos de empezar nuestro recorrido de 365 días en torno al sol. Así que para no ser menos, hagamos nosotros también nuestra lista de intenciones que podrían cambiar al mundo.
Como dicen que el que mucho abarca poco aprieta, es preferible presentar únicamente cuatro propósitos para este año que inicia, esperando, sinceramente, que alguien los recogiera y se pudieran llegar a cumplir. El primero de ellos tiene que ver con uno de los temas que nos han ocupado recientemente, el de los presupuestos. No se trata de abrir la bolsa y dejar que fluya sin ton ni son el recurso económico, sino todo lo contrario, que se aplique inteligentemente ahí donde realmente se necesite, pero una vez que se haya comprobado que se trata de proyectos valiosos que no se les sacrifique o limite por falta de recursos.
El segundo propósito debiera ser la profesionalización y capacitación de todos los involucrados en el terreno de la administración, promoción, difusión y creación de las actividades culturales y artísticas, desde los cargos más importantes y de mayor responsabilidad, hasta los “chimales” encargados de mover y colgar y/o disponer las obras en exhibición, lo mismo que los propios productores. Si se cumpliera el primer propósito una muy buena inversión sería precisamente en la profesionalización de este sector. En tanto esta medida fuera desarrollándose sería posible concebir proyectos de otra naturaleza, más complejos y atrevidos y no las tristes y aburridas muestras en donde todo se limita a estar colgado de un clavo en una museografía más propia del Teatro Fantástico que de una institución cultural.
Supongamos que se cumplen los dos primeros propósitos, ¿y luego qué? ¿De qué nos servirían si a nadie le interesaría lo que se estuviera proponiendo o mostrando? Así pues, el tercer propósito va destinado a todos nosotros, es decir, a todos lo que no participamos directamente en la dirección de la cultural, pero sí las consumimos. Debe der propósito de toda la ciudadanía el colmar, el abarrotar cuanta actividad cultural se nos presente en la ciudad. No es que solicitemos que de manera acrítica se vaya a todos los eventos, pero sí que hagamos el propósito de ir haciendo parte de nuestros hábitos visitar una exposición, ir al cine, acudir a la presentación de un libro, escuchar un concierto en vivo, etc., etc. Sólo si hay público y este se muestra interesado, es exigente y preparado, cobra sentido invertir en el área y profesionalizar a sus administradores.
El público sin lugar a dudas es importante, pero de nada sirve si una parte de él no se especializa por decirlo de alguna manera. Me refiero a que el cuarto y último propósito para este año, bien podría ser el convertirnos poco a poco en compradores, en coleccionistas. Lo mismo, no vamos a competir con los grandes coleccionistas del país o de la ciudad, con los corporativos u otras instituciones que han tenido el buen tino de ir formando una colección (de los objetos que sea), sino de ir adquiriendo en la medida de las posibilidades de cada quien, obras originales que siempre serán mejor que tener un poster de un lugar que no conocemos o una obra que jamás hemos visto o tiene que ver con nosotros. Cumpliendo con este propósito contribuiríamos a aligerar un poco, a distribuir de mejor manera los presupuestos oficiales.
Como todos los propósitos estos tampoco son la gran cosa (dejar de comer, de fumar, hacer ejercicio, estudiar, etc.), pero como todas las listas que se hacen al empezar estos ciclos si se cumpliera tan sólo la mitad de ellas, qué distinto sería nuestro presente y futuro.
Publicado originalmente por Milenio Diario.
Ver también: www.artes2010.wordpress.com
Imagen:www.303gallery.com
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