sábado, 15 de enero de 2011

El trauma de van Gogh

Autorretrato con oreja herida. 1889


El siglo XIX y en particular su segunda mitad son un momento de esplendor para la civilización Occidental. Hablo de esplendor sin desconocer los muchos males que tienen su origen en ese momento y cómo es que sus efectos nocivos alcanzan hasta nuestros días; no obstante, la creatividad, la inventiva, la motivación, la curiosidad y la iniciativa de hombres y mujeres de ese momento no tuvo límites y si los tuvo luchó para ir sobre ellos sólo para conquistar nuevos horizontes. Si el siguiente siglo, el XX, pudo ver más lejos, ser más fuerte, más intrépido, ir más rápido, lo fue gracias a que lo hizo sobre los cimientos y herencia que recibió del siglo precedente. Pero no sólo recibió dones, también heredó sus pecados y sus traumas. Menciono dos de ellos, el sexo y lo que hemos llamado aquí el “trauma de van Gogh”. Sobre el tema del sexo no me extiendo más, remito a quien esté interesado a las obras completas de Dr. Freud para comprender de qué hablo, pero sobre el triste caso de Vincent van Gogh (1853-1890) sí podemos alargar una o dos líneas más.
            El trauma de van Gogh no es otra cosa que el vivir atormentados por no haber reconocido a tiempo y en su tiempo a uno de los más grandes pintores del siglo XIX. Saber que el artista holandés cambió por comida y habitación, por atención médica y sentimental, sus mejores telas y aun así vivió pensando que le hacían un favor, haber pintado las escenas más personales y emocionantes, poner al descubierto el uso expresivo del color y jamás haber conocido el éxito a pesar de haberlo deseado como nunca antes nadie lo había hecho, haber vivido sin recibir la justa y merecida recompensa por su hacer, nos ha empujado a la autoflagelación y la expiación de una culpa que no termina por  pagarse. Si hoy en día estamos tan preocupados por lo que hacen los jóvenes en buena parte se lo debemos a esta carga, no queremos, no deseamos, volver a repetir tal injusticia; descubramos a los talentos del presente y del mañana desde sus inicios, cuando apenas dan sus primeros pasos, cuando empiezan a deslumbrar con su talento, si no.... cuando al fin lo hagamos quizás sea demasiado tarde y hayamos vuelto a perder, a no comprender, al genio del siglo.

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