viernes, 14 de enero de 2011

La fuente de la eterna juventud


Vamos a ver. Decíamos ayer y en otros momentos, que aproximadamente a partir de mediados del siglo XX, la opinión pública empezó a moverse hacia conceptos relacionados con la juventud y a hacer esfuerzos por encontrar los medios que pudieran, eventualmente, prolongar ―idealmente al infinito― la juventud, o mejor dicho, las bondades de la juventud (vigor, energía, salud, fuerza, firmeza, etc.). Esta tendencia que pudiera parecer favorable, esconde una doble motivación que no es tan loable o noble como lo puede dar a entender la primera impresión. Por un lado se pretende cautivar a un público, y por tanto a un mercado, que puede tener todo lo que quiere, menos una cosa, juventud, por lo tanto se le hace creer que si usa ciertas cremas, come ciertos alimentos, viste a la moda, se divierte en los lugares recomendados y tiene las actividades prescritas (tenis, gym, jogging, etc.) logrará, si no la eterna juventud, por lo menos la apariencia de lo que un día fue, la de un joven, apariencia que por cierto, demanda un continuo y constante mantenimiento a riesgo de perder para siempre tan preciado tesoro. Por otra parte, los verdaderos jóvenes han ido modificando su estatus dentro del cuerpo social, desde su posición y rol dentro de las familias, en la escuela o universidad, hasta en el mundo laboral, lo que ha ido poniendo a su disposición cantidades económicas crecientes, hasta convertirse en un mercado de lo más atractivo, por lo que cada vez hay más productos y servicios destinados a este segmento de la población, que además se muestra veleidoso e irracional por lo que son fácil presa del comercio más salvaje y despiadado.
Aunque parece que evito o estoy haciendo de emoción el tema de lo que hemos llamado el “trauma de van Gogh”, creo que es mejor dejarlo para la entrega de mañana, en lugar de alargar innecesariamente la presente.

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