martes, 31 de enero de 2012

XX


El jueves 26 Drexel Galería inauguró la exposición colectiva con la que conmemora su vigésimo aniversario, evento para el cual decidió emplear el número romano, o sea, la doble X. La X me gusta, no sólo porque es la letra con que se escribe mi nombre y el de mi hijo, sino también porque tiene algo de elegante y por años fue, para mi, el número del siglo al que pertenezco, así como el  logotipo que abría muchas de las películas que he visto (XX Century Fox); es también la marca de una famosa cerveza que hace poco se publicitó con las exóticas fotografías de David LaChapelle. En las coordenadas cartesianas, la X es uno de los ejes que nos permiten conocer el espacio euclidiano, y en las demás ciencias exactas, en ciertas fórmulas es el signo que hay que despejar, la incógnita que hay que conocer, el número cualquiera que embona en esa y sólo en esa ecuación. Por curioso que parezca del mundo de la ciencia y el uso que le da a la X, pasa al habla coloquial y es frecuente escuchar a los más jóvenes decir “...X guey”, “...está X”, o simplemente “X” para referirse a un estado de total indiferencia.
            Como sea que entendamos, empleemos o apreciemos la X, lo cierto es que 20 (XX) años para una negocio como lo es una galería de arte, no  puede ser menos que un verdadero éxito profesional, máxime si tomamos en cuenta que en estos últimos 20 años la constante ha sido la crisis económica que ha arrastrado a más de uno al cierre de sus comercios y demás establecimientos, sobretodo cuando se trata de una materia tan evanescente, frívola y veleidosa como lo pueden ser las llamadas obras de arte.
            Para la exposición en cuestión Drexel reunió a por lo menos 40 de los productores que en este tiempo han participado junto con él en esta arriesgada empresa. Hay quienes casi han estado desde un principio, por ejemplo Rosario Guajardo, Xavier Esqueda, Perla Krauze o Ilse Gradwohl.  Y los que se han venido sumando, productores como Xavier Guadarrama, Igor Gálvez, Patrick Petterson, Olivia Rojo, Armando Romero, Claudia Gallegos.
            La exposición en sí no tiene mucho qué decir, pues entre tanta obra difícilmente se pueden encontrar coincidencias o asociaciones que permitan ir dando una lectura a lo que se presenta. Lo que sí deja ver, en cambio, es una constante, una cierta línea que bien podría decirse es la trayectoria de la Galería, y eso resulta de gran interés pues un análisis detallado de tal trayectoria, de cómo ha ido conformándose este portafolio (algunos dirían el establo de la galería), quiénes entran y salen, y las razones para que ello suceda, podría hablarnos del porque o los porqués ha logrado no sólo sobrevivir sino convertirse en una institución sólida, prestigiosa y respetada dentro y fuera de la comunidad. En el conjunto de las obras expuestas existe un balance casi imperceptible entre las que son producto del Modernismo (las abstractas y “surrealistas”), y una amplia variedad de nuevas propuestas (todos los demás figurativismos), pero nunca “tan nuevas” como para hacer olvidar a las otras o provocar su inmediato rechazo. Se podría decir, incluso, que al tiempo que el propio Drexel encontraba este equilibrio, su mercado iba aprendiendo de la mano cómo formar un gusto, cómo comprar y cómo hacerse coleccionista.
            Por mi parte eché de menos, por una parte, una presencia mayor de la fotografía pues Drexel ha sido constante en su exhibición; salvo las fotografías de Roberto Ortiz Giacomán que son soberbias en cualquier momento, las demás no representan el buen trabajo que siempre ha caracterizado a sus autores. Hecho de menos, por otra parte, la participación de los locales, aunque sí están presentes y muy bien representados, esperaría que hubiera más productores de Monterrey buscando una oportunidad. Creo que para todos contar con instituciones como esta, que al llegar a este número de años demuestran seriedad y madurez, es un logro que no se puede dejar pasar.

Publicado originalmente por Milenio Diario

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