martes, 3 de enero de 2012

La imagen del año (versión extendida)


Como costumbre la revista Time emplea la última de sus portadas para designar a la persona del año. En su edición de este 26 de diciembre apareció The Protester, es decir el manifestante, el hombre, la mujer anónimos que encuentran en la protesta pública el medio a través de cual manifestar su enojo, su hartazgo e incluso su ira y eventualmente lograr cambiar regímenes y derrocar dictaduras, tal y como hemos visto ha sucedido en Oriente Medio, pero también en las principales ciudades de Europa y los Estados Unidos.
            Independientemente de estar de acuerdo o no con la política editorial de la referida revista, con su selección y la relevancia mundial de la misma, me ha estado rondando la idea de cuál podría ser mí imagen del año, pero no a nivel internacional, que sin duda hay muchas e importantes; tampoco me preocupan las nacionales que ya podemos imaginar cuál o cuáles podría servir para ilustrar el tema; vamos, ni siquiera me refiero a las imágenes locales.  Pienso en qué imagen de los  millones que circulan todos los  días, podría  representar para mí la más significativa, más entrañable, más completa en el sentido de representar los acontecimientos más importantes o de mayor trascendencia para el desempeño de mi diario quehacer.
            Renunciar a las demás imágenes, que sin duda podrían ser mucho más valiosas que la o las que yo seleccione, no quiere decir que las desconozca (habrá muchas que sí) o las desprecie, más bien tiene que ver con un intento por recuperar el nivel individual, el de la persona, el de la comunicación cara a cara. Es decir, en un mundo en que la tendencia apunta hacia la homogenización, la globalización, los sistemas ecológicos complejos, la comunicación masiva, los mercados internacionales, siento que el nivel primero, el que más debiéramos cuidar, el que más atención demandaría, el de la persona, el del individuo en singular no como parte de un grupo, de una tendencia o de un mercado, está prácticamente perdido y carece de interés, no       preocupa, ni es objeto de alguna acción. Me gustaría volver a encontrar esa persona, que en lo individual, tiene sus propias preferencias, sus gustos, sus críticas, sus esperanzas, sus sueños. A este ente es al que quisiera estarme dirigiendo, con el que quisiera conversar y saber qué piensa, qué opina, qué cree, cuáles son sus imágenes favoritas.
            Por mi parte, si Time me pidiera hacer esa portada de fin de año, sin duda, escogería a los que se han ido. Mi imagen es la de todos los que en el 2011 murieron, Ricardo Legorreta, Rodolfo Ríos, Raúl Oscar Martínez, Fernando Flores Sánchez, Claudio Bravo, Helen Frankenthaler, Armando Morales, Estrella Carmona, y todos los que por una u otra razón no puedo citar aquí pero que igual influencia tuvieron en mi, igual afectaron mi quehacer, igual los recuerdo.
            Son todos ellos mi imagen del 2011 precisamente por lo que tuvieron que ver conmigo, en lo individual, con mi persona. No quiero decir que cené con Legorreta y me platicó su idea de la arquitectura, ni que me tomé un café con Armando Morales mientras me hacía participe de sus dudas sobre los alcances de la pintura, no, a lo que me refiero es  que cada uno de ellos, por su   obra, por su trabajo, fueron objeto de mi atención, por su quehacer los conocí, los aprecié e incluso diferí de algunos, pero en todos los casos algo dejaron en mí, algo de ellos se encuentra en lo que reflexiono sobre la arquitectura, la pintura, la fotografía, o la teoría, ¿cómo no echar de menos tan fantástico y poderoso apoyo?
            Siendo tan personal esta imagen, es obvio que no espero que coincidan conmigo; sí, en cambio, me gustaría pensar que es una invitación a que cada uno de nosotros haga el mismo ejercicio, sin otro afán que el de re-encontranos como lo más importante en nuestras vidas y que con ese ánimo iniciemos este nuevo año.

Publicado originalmente por Milenio Diario

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