martes, 25 de septiembre de 2012

El paisaje angélico



Uno de los primeros géneros que la fotografía hizo suyo, lo fue el paisaje, así que tenemos una larga tradición de paisajes fotográficos, que por fortuna sigue ensanchándose. También es cierto que desde que Daguerre diera a conocer su invento, no hay fotografía que no haya sido manipulada ya sea consciente o inconscientemente.
     Valgan las líneas de arriba para empezar a comentar la más reciente exposición de la Fototeca del Centro de las Artes, Vistas construidas de Gabriel Figueroa Flores, inaugurada el pasado día 20. En ella encontraremos, precisamente, ambas caras de esta moneda, es decir imágenes que hacen referencia a paisajes, y su manipulación.
     Debo advertir que entre el material que presenta Figueroa Flores, hay imágenes espectaculares, como con la que abre la muestra, Antiguas telarañas, 2010, o de una belleza sorprendente como lo serían Torres antiguas, 2008 y Death Valley, 2011. Pero más que mencionar las piezas que en lo particular me llamaron la atención, hay que empezar desde el título mismo. En términos generales entiendo cual es su intención y más a la luz de los textos que acompañan la  exhibición, pero si me quedo únicamente con el material que se presenta sería necesario diferenciar entre construir y componer. Construir es levantar, armar, reunir materiales diversos y con ellos y a través de darle unidad, presentar algo nuevo, inédito; en cambio componer es trabajar con elementos ya existentes, similares, cambiar su configuración y ofrecer así una versión diferente de ellos mismos. En el caso de esta exposición me parece que lo que hace su autor es componer las imágenes de los paisajes que captura, pero no los construye puesto que los paisajes ahí están y así, tal como se encuentran, fueron fotografiados.
     Reconozco en los trabajos de Figueroa Flores, digamos que tres momentos de creación. El primero lo componen aquellos trabajos en los que interviene el paisaje con los recursos que le brinda la digitalización, por ejemplo Torre foliada, 2005 o Cuarto de arena I, 2008. Un segundo conjunto que francamente no comprendo muestra un proceso en el que negativos rotos o rasgados se imprimen tal cual, no obstante las rupturas son tan tímidas, tan poco evidentes, que acaban por no aportar nada al trabajo final más que dejar la sospecha de que ahí le falló al autor, ejemplos son Taus Montains, 2011, o Laguna colorada con recortes, 2011.
     Por último, una tercera fase o tercer momento (no se trata de una línea cronológica) son los paisajes que están compuestos por varias placas (negativos) y así tal cual, nos lo comunica o deja ver el fotógrafo, Bosque de Point Lobos, 2010, u Ojo de jade, 2011, ejemplifican este hacer. Esta forma de componer es, según mi criterio, un acto de honradez por parte del productor al revelar que la imagen que contemplamos fue producto de una suma de tomas individuales, de ahí la amplitud de espacio horizontal que abarca cada fotografía. Igualmente, dejar visible en los bordes de la imagen la forma de los negativos, de la película o placas, responde a la idea de no editar y editar hasta obtener un paralelepípedo perfecto. Por último, entre otros aspectos, veo en estas imágenes, una mirada contemporánea dependiente más que de la visión natural, de la tecnológica, en tal sentido estos paisajes de Gabriel Figueroa Flores se encuentran cerca de las imágenes de Google Earth o de las del Curiosity, imágenes mosaico podrían nombrarse pues además los millones de pixeles que las componen forman eso, una imagen completa a partir de teselas de luz, o más aún de ceros y unos.
     Figueroa Flores comparte este proceder con otros tantos autores, lo que une a todos es el afán de abarcarlo todo. Inmenso siempre es el paisaje, pero aún mayor es el efecto que provoca en estos fotógrafos quienes no conformes con tomar una parte de él, buscan ser la suma de todas las miradas, la gran imagen final, la imagen angélica.

Publicado originalmente por Milenio Diario

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