Una hermosa imagen para este día domingo. Árboles de cerezo en flor en el parque Yayogi después de una tormenta de verano. 1994 del fotógrafo japonés Toshi Enomoto (n. 1947). Una de las demostraciones más contundentes de que no todos percibimos lo mismo, es la comparación entre lo que un occidental ve e interpreta de esta imagen por ejemplo, y lo que hace un oriental. No es sólo que no se perciba lo mismo, sino que la misma imagen adquiere distintos significados según sea el marco cultural y geográfico de quien la contempla. Así, mientras que para nosotros la floración de los árboles significa el fin del invierno y la promesa de un fértil verano, para un japonés representa la fugacidad de la belleza y de la vida, la contemplación de un instante irrepetible, siendo esta característica, precisamente, la responsable de su belleza. Un tema para meditar y preguntarse si no es que como occidentales hemos dejado de lado cuestiones que, más allá de la producción y la explotación de la naturaleza, tienen que ver con nuestro encuentro con nosotros mismos.
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