Marcel Duchamp (1887-1968) prefiguró -hasta donde podía hacerlo- el retorno del objeto real al arte con sus Ready Made. Casi en el mismo momento, Picasso (1881-1973) con sus collages del cubismo sintético, trabajaba en la misma línea, lo que nos puede dar una idea del sentimiento de orfandad que sufrió la producción artística debido a la cesura que tuvo con la vida cotidiana. Orfandad que provocó aquellos intentos en el Arte Moderno y que heredó al Contemporáneo. Así pues, como esfuerzos por lograr la reinserción del objeto artístico en la vida real del público han de verse, en parte, piezas como el famoso Monograma (1959) de Robert Rauschenberg (1925-2008). De ese intento nacerán, como se ve, obras complejísimas que son, a la vez, un deseo de continuidad, pero también de ruptura, un reconocimiento a la historia del arte y al mismo tiempo una crítica despidada, un deseo por retornar a la pureza de los medios mas, simultánemente, un burdo trabajo mixto, resultado de una desautorizada mezcla. Es pues ese carácter impuro, híbrido que fue explotado por Rauschenberg a través, precisamente, de sus Combine Paintings, el que, en este momento, cae como anillo al dedo para hablar del espíritu que vive nuestra cultura.
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