martes, 1 de junio de 2010

Locales sospechosos

(Primera de dos partes)
Con el tiempo me he convencido de que hay que escribir poco y si se puede bueno. Es por ello que por lo general me resisto a escribir, como en esta ocasión, dividiendo un tema en dos o más partes. Mi primera intención fue ofrecer unas líneas sobre la exposición que Juan Carlos Merla inauguró el pasado 26 de mayo en la Pinacoteca de Nuevo León. No obstante, creo que es importante desviarme del tema pues se ha señalado que resulta sospechoso que esta muestra se sume hoy a la de Rodolfo Ríos que se encuentra en la planta baja de la misma Pinacoteca, y a la de Alberto Cavazos en el Centro de las Artes II, todas ellas inauguradas en menos de un mes (la de Ríos se abrió al público en abril 29 y la de Cavazos el 20 de mayo).
Tienen razón quienes dudan de esta alineación de exposiciones pues es una gran casualidad que ocurra justo cuando los espacios públicos sufren recortes presupuestales, mientras todo mundo sabe que hasta hace, digamos, dos años la gran mayoría de los productores locales pasaba las de Caín tratando de obtener un espacio, el que fuera, para mostrar su trabajo.
Mas no me interesa defender al CONARTE o echarle en cara lo que debe saber es una de sus obligaciones, me preocupa, sí, hablar no por los productores locales, sino a favor de ellos y el derecho que tienen de exhibir lo que sea que hagan; lo que no impide que cada espacio tenga sus políticas acerca de quiénes y con qué pueden acceder a esta posibilidad —la de exponer—.
En este sentido será interesante ver cuál de las distintas instancias públicas se quedará con la responsabilidad de representar a los productores locales, pues por ahora parece que compiten por esta tarea la Pinacoteca y el Centro de las Artes (y en esta contienda no habría que olvidar a los espacios privados que también empiezan a coquetear con los productores locales). Pero más allá de estos aspectos particulares, que tienen que ver con políticas culturales públicas y lo anecdótico de las situaciones a que dan lugar, quisiera regresar a la idea primera y argumentar a favor de los productores locales y tratar de convencer por qué hay que exhibirlos antes que por razones de tipo presupuestal.
Por supuesto hay una o dos generaciones de jóvenes productores que, más o menos, logran refrescar el panorama expositivo. La información que manejan más el desenfado que les es propio los hace aparecer más como una esperanza que como una realidad ya definida. A estos grupos es a los que se les venía prestando mayor atención por lo que, podríamos decir, por el momento basta con lo que se hace para atender y procurar su crecimiento.
Hay, en otra línea, una total ignorancia respecto a nuestra historia cultural. Orgullosamente ahora hacemos referencia a la fundación del antiguo Taller de Artes Plásticas de la Universidad de Nuevo León, pero de esto hace 10 años, antes ni quién lo recordara o pensara que era importante historiarlo. Y si este es el panorama de lo sucedido al mediar el siglo XX, es fácil imaginar lo que nos falta por conocer y apreciar antes y después de esta fecha.
Los productores de los que hablo son los que se formaron y están activos entre los últimos 30 años del siglo XX y la primera década del siguiente, las generaciones a las que pertenecen, precisamente, las tres exposiciones que ya se mencionaron. Son ellos los que, mal que bien y a pesar de todo, han logrado animar y mantener la escena local; no, no son Tapies, ni David Salle, Baselitz, o Hirst, pero tampoco la ciudad es ni ha sido Barcelona, Nueva York o Berlín, quiero decir, si este es el tamaño de nuestros productores es porque este es el tamaño de la ciudad y si queremos que tengan otro, todos tendríamos que crecer con el mismo parámetro.
Pero tampoco nos engañemos, no todos pueden ser Annette Messager o Gabriel Orozco, también necesitamos a Ríos, Merla y Cavazos, y a todos los demás; es la exhibición de ellos, la atención que les concedamos y lo que conversemos de y con ellos, lo que hará crecer a esta sociedad y con ella a las nuevas generaciones de productores, de orgullosos productores locales.
(Publicado orginalmente en Milenio Diario)

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