martes, 22 de junio de 2010

Dos menores


    Voy a comentar un par de temas, que si se les ve bien y en serio no son, de ninguna manera, menores; he intitulado así estas líneas únicamente para dar a entender que no están ni medianamente esbozados como ocurre cuando me ocupo de un solo tema. Hecha pues la aclaración vayamos al primero de ellos.
    No estoy seguro de cuánta gente de la que acudió a la reciente inauguración de la muestra de Juan Carlos Merla (Antología, pinturas, 1976-2010) en la Pinacoteca de Nuevo León, habrá notado que a la entrada del recinto, en la plaza que da acceso al edificio del antiguo Colegio Civil, se apostó un personaje que ya va siendo común ver en ciertas inauguraciones (por ejemplo de la Bienal FEMSA) o eventos relacionados con las artes plásticas y/o visuales. Godoy como me dicen que se apellida, llevaba en sus manos una cartela en la que se leía: “JC Merla: pintas puros marraneros.” En otras ocasiones me había tocado verlo emprenderla en contra de Gerardo Azcúnaga o de Francisco Larios, ahora su blanco fue Merla. Lo que me interesa del hecho es la aparente madurez con que se han tomado este tipo de protestas o, mejor dicho, estas expresiones públicas de inconformidad, pues hasta dónde sé ni él ha intentado ir más allá de mostrar su cartela y hablar con quienes se le acercan para conocer los motivos de su rechazo, ni las instituciones, FEMSA, el Centro de las Artes, o en este caso, la Pinacoteca, han intentado impedir o censurar que se manifieste de esta manera.
    Independientemente de que se esté o no de acuerdo con la protesta que externa, con su método, o con los argumentos que esgrima en contra o a favor de estos productores o de cualquier otro (funcionarios incluidos), el señor tiene todo el derecho a hacerlo y los demás la obligación de defenderlo, siempre y cuando ni agreda físicamente a las personas, ni interrumpa el transcurso de un evento o busque cómo perjudicar en su persona u obra a los productores que no son de su agrado; fuera de eso qué bueno que hay quién, por las razones que sean, pone un poco de un color distinto a estos eventos.
    Mi segundo tema tiene que ver con la fotografía, más bien, en esta ocasión, con las modernas cámaras digitales, que viéndolo fríamente, son un dechado de desarrollo tecnológico mismo que está, cada vez más, al alcance de un gran número de personas (los modelos más populares o comerciales van bajando sus precios día a día). Pero más que hablar del despliegue tecnológico puesto a disposición de la generación de imágenes digitales, quiero hablar de un comercial con el que se promociona, precisamente, una de estas cámaras.
    Recientemente, la marca Samsung lanzó un nuevo modelo de cámara digital, uno que tiene doble pantalla, la trasera como todas y una delantera al lado de la lente, por medio de la cual se puede ver cuál será la imagen que se conserve. Lo que me llama la atención es el slogan que se emplea en su publicidad y que dice algo así como “Hacer una buena foto es más fácil que nunca.” Por supuesto me recuerda a los primeros comerciales de la Kodak en dónde el usuario sólo apretaba el obturador y lo demás corría por cuenta de la fábrica. En ambos casos, guardada la distancia y la tecnología que los separa, se da por un hecho que una “buena fotografía” depende, más que de otros factores, del aparato y las facilidades que brinde, entre más sofisticado sea, mejor será el resultado. Sin que esto sea enteramente falso lo que no considera esta idea es la intervención de muchas otras variables que, en última instancia, son las que verdaderamente definen una “buena fotografía”.
    Ahora bien, a lo que me llevan estos anuncios es a la necesidad de discutir la definición de una “buena fotografía”. El arribo de la tecnología digital aplicado a la generación de imágenes, debemos reconocerlo, ha alterado los cánones que veníamos empleando en este campo, el cual es necesario recomponer en función de lo que ahora se tiene y se puede hacer.
    Quizás sea cierto que nunca fue tan fácil hacer una buena fotografía, pero mientras sean los fabricantes quienes nos lo digan y no los usuarios y sobre todo el público, seguiremos discutiendo, más allá de la tecnología, en qué radica el valor de una buena fotografía.
Publicado originalmente por Milenio Diario

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