martes, 28 de agosto de 2012

Bilden

Puedo decir que conozco a Mauricio Cortés desde antes que tomara la decisión de formarse como productor. De entonces a la fecha he seguido su carrera, unas veces más de cerca que otras pero siempre atento y pendiente de en qué está ocupado. Por eso, como a todos los que lo conocemos y apreciamos, me llena de gusto ver que ahora se encuentra en un punto de su carrera en el que su trabajo empieza a ganar la atención y reconocimiento general, y se prepara para acceder al éxito, fruto de una madurez que va acompañando a su trabajo, razón por demás importante para hacer un alto en el camino y reflexionar sobre lo que habrá de venir.
     El pasado viernes 24 se inauguró en la galería Arte Actual Mexicano, la más reciente de sus exposiciones, Esculturas; los comentarios hechos por el respetable esa noche, la bienvenida que le brindó Guillermo Sepúlveda, y la cantidad de público asistente, confirman lo que  he dicho. Creo que a partir  de ahora al exiguo número de buenos escultores que hay en  la ciudad, habrá que sumarle el nombre de Cortés como uno  más de sus representantes.
     En Monterrey hay una larga cadena de escultores en cerámica que fácilmente rebasa ya el medio siglo, podríamos iniciar, por ejemplo, por Jorge Wilmot, Antonio Pruneda, Cuauhtémoc Zamudio y así hasta llegar a Cortés. No obstante, si en el caso de la pintura es complicado hablar de que exista una tradición que de lugar a algo parecido a una escuela de pintura regiomontana, en el de la escultura lo es más; con todo, en el caso de los ceramistas me arriesgaré y me aventuro a creer que si no en todos, sí en la mayoría hay una preocupación fundamental por cómo dar forma, permanente, inviolable, a una materia tan maleable como lo es el barro, en pocas palabras, hay en ellos una voluntad de forma (Bilden). De aquí que salvo casos excepcionales (Gerardo Azcúnaga) estos escultores opten por formas simples, reconocibles, prácticamente ajenas a cualquier conflicto.
     Lo anterior significa que su trabajo es formalista (se ocupa, fundamentalmente, de la forma escultórica, o sea de aquellos elementos que la hacen ser escultura) y que está centrado en aspectos de índole técnica, lo que abarca toda una constelación de aspectos que van de la materia prima a los acabados, del equipo a la forma de presentación, de las dimensiones a las temperaturas, etc., pero más que eso significa la voluntad de cada uno de ellos por lograr darle a ese material, a través de esas herramientas, con esos procedimientos, con tales acabados y maneras de presentar, una forma, una forma sorprendente dada su presencia y origen (ese es el origen de cualquier manera de lograr una escultura u objeto tridimensional).
     En el caso de Cortés esa voluntad de forma se expresa a través de la afectación en los gestos de sus personajes (manos y cara), del barroquismo de sus adornos (peinados), de los acabados (craquelados, color), pero también en la construcción de cada pieza (segmentarlas, colgarlas, deformarlas); hacer, por ejemplo, que sus cabezas gigantescas sirvan de asiento no es más que un alarde técnico para ofrecer otra versión sobre de la versatilidad de la cerámica (como sería lograr de un mármol la apariencia de un nudo).
     No sé si esta voluntad de forma sea suficiente como para reunir a los ceramistas, menos para hablar de una posible tendencia que los diferenciara de productores de otros lugares. Simplemente es una manera de ver y entender su trabajo, como debe haber muchas otras. Tratar de distinguir rasgos comunes entre grupos de personas ocupadas en el mismo oficio en un lapso, tiene su asiento en la convicción de que el producto artístico es más el resultado de una cultura que de un genio individual.
En cuanto a Mauricio Cortés creo que ya que ha demostrado tener esta voluntad, deberá arriesgar más en el futuro para poder transitar de la Bilden a la Kunstwollen, es decir, de lo material a lo simbólico, de la letra a la palabra.

Publicado originalmente por Milenio Diario

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