Creo que es imposible delimitar perfectamente en qué momento el trabajo escultórico empieza a experimentar con las posibilidades expresivas del cuerpo humano alejándose del trabajo naturalista. No obstante, obras tan difíciles de aprehender como la de Medardo Rosso (1859-1928) son un punto de inflexión que nos permite comprender esta evolución. En la imagen, un Anciano enfermo (1889) cuya postura y relación con su medio inmediato son más elocuentes que cualquier detalle de un padecimiento real por más exacto, objetivo y natural que fuera.
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