Quisiera iniciar esta semana disculpándome por lo retrasos en las entregas del sábado, del domingo, y de ayer martes; espero que una vez restablecido el servicio de internet en mi hogar no se vuelva a repetir. Por las mismas limitaciones, esta nueva serie de entregas será más bien parca en los comentarios. La serie la dedicaré a presentar ejemplos de trabajos escultóricos en los que se recree el cuerpo humano; a través de las próximas seis imágenes espero poder coadyuvar en el entendimiento de la validez que tiene el explorar las infinitas posibilidades a que puede dar lugar la representación de eso que nos es tan común y a la vez tan extraño, nuestro propio cuerpo. Empezamos pues con el David de Gian Lorenzo Bernini, realizado entre 1623 y 1624. Pensemos simplemente en el valor y arrojo que este productor mayúsculo tuvo para romper con el modelo sereno y triunfante de Miguel Ángel, atreverse a tanto, ya nos da una medida de la trascendencia que tiene la pieza, independientemente de sus valores formales que no son menos ni pocos.
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