Ni medio, ni motivo, ni sitio especifico se necesita para para viajar. El viaje, incluso, es una metáfora de la vida; cómo la vivas, cómo la veas, cómo la entiendas y qué hagas con ella son condiciones que definen la calidad, propósito e intensidad del viaje. De ahí que trabajos tan desapasionados como el de William Eggleston (1939) resulten significativos de ese trayecto. Aquí una visión transitoria, despreocupada, de algún suburbio de la ciudad de Atlanta, Georgia. tal y como lucía en los ochentas. El auto, ¿detenido o en movimiento?, la ciudad, ¿lejana o a punto de llegar?, la carretera ¿a dónde lleva?, el cielo impasible y la abrupta interrupción del poste y los cables de luz, dan esa imagen de indolencia que sólo una vida sin compromisos puede tener.
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