Múltiples pueden ser las razones de por qué tomar fotografías en los viajes que realizas, desde demostrar fehacientemente que ahí estuviste, que has visto aquello no sólo con tus propios ojos sino a través de la mirilla (hoy pantalla) de tu cámara, hasta atrapar, conservar, preservar aquello que te maravilló o llamó poderosamente la atención. Pero también hay otro tipo de imágenes que no siendo estrictamente de viaje sí te instan a hacer maletas y salir en pos de lo que está fotografiado. Tal sería el caso de las hermosas imágenes del portugués José Miguel Ferreira (n. 1972) tomadas, entre el 2008 y el 2010, a lo largo del cauce el río Douro en el norte de Portugal e impresas al Paladio sobre papel algodón. Si en cada viaje que se hace se lograra regresar con por lo menos una fotografía que reflejara lo que éstas, este mundo, por lo menos lo que toca a la iconósfera que nos ahoga, se encontraría menos contaminado y sería, sin duda, más bello.
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