Seguimos inaugurando mal y fuera de tiempo. Me refiero a lo
que se supone, o por lo menos así se anuncia, es el legado del Alcalde de San
Pedro, la llamada Plaza Banderas y la reconstrucción total del Centro Cultural
Plaza Fátima. Me prometí no insistir en el tema. Si lo menciono es porque no
escucho ninguna otra voz que lo comente —ni siquiera a favor— y por creer que
no es justo que cada cambio de gobierno se emplee el mismo argumento (“los que
vienen sí tienen experiencia; hay qué darles el beneficio de la duda, etc.”) no
sólo para alentar fantasías sino para tapar lo que de hecho, ya desde ahora se
está haciendo mal.
A otra cosa pues. Sería
interesante conocer la historia de Plaza Fátima, desde los restaurantes que ahí
existieron hasta el flamante edificio que hoy ocupa un costado de la plaza, una
buena tarea para el cronista del municipio que sin duda cuenta con todo lo
necesario para ofrecérnosla. Desde que se transformó en Centro Cultural, que si
no me equivoco dependió primeramente de la Sra. Carolina Viesca de Sada, y a su
cargo estuvo Silvia Zapata, me ha parecido uno de los espacios más importantes
para toda la ciudad. Hoy, con las transformaciones
que le han hecho, será, tal vez no el mejor, pero sí el más nuevo y con mayor
potencial. Desgraciadamente aún no se
puede conocer en su totalidad, pues únicamente se abrió un par de salas, pero
por lo que se alcanza a ver, el resto estará, sin duda, a la altura de lo que
ya se puede visitar. Otra cosa será su operación, vocación y vinculación con la
comunidad, pero eso de seguro pronto lo conoceremos.
Por lo pronto, en
ese par de salas se inauguró la exhibición intitulada El paraíso de Canales. Selección de obra. Según entiendo, por lo
aparecido en los medios, se trata de una muestra proporcionada por su familia
de piezas que conservaron para su propio acervo. Las obras, no podía ser de
otra manera, son estupendas y su conjunto ofrece la ventaja de mostrar trabajos
tempranos como su mítica cabeza de caballo de 1950, o el Abrazo de Cortés y la Malinche, S/f, hasta Piel de camión del 2003, y una muy buena selección de sus trabajos
escultóricos en vidrio.
Aplaudo sinceramente
toda presentación del quehacer de Canales, pero con cada una de ellas se diluye
la posibilidad de llevar a cabo una gran exposición dedicada a la exploración
de todas las etapas de su quehacer. Enrique fue principalmente un pensador y
sus ideas, sus expectativas, sus teorías, por lo menos sobre lo que era el
arte, están en su obra y esas son las que deberíamos estar estudiado y
mostrando ahora.
Hasta donde sé,
Canales sostenía interlocutores por cada tema que le interesó y ocupó en vida,
en el campo del arte, entre otros, los principales fueron José González Quijano
(QPD), Jorge García Murillo como teórico y promotor, Guillermo Sepúlveda como
promotor y experto, y Mauricio Fernández, como coleccionista, amigo y
conocedor. Con ellos pasó largas y fecundas veladas discutiendo, comentando,
analizando, proponiendo, temas y acciones relacionadas con esta pasión que
tenía por el arte. Son ellos, creo, los que deberían estar armando esa muestra
en honor a este auténtico orgullo regiomontano, pero es una tarea que no se
hace en un mes, ni en seis, requiere horas de trabajo, de reuniones, de
preparación, para que así la siguiente vez que nos inviten a visitar el paraíso
de Canales sea en verdad la tierra que conquistó y no sólo un espejismo
ofrecido a cambio del aplauso fácil y rápido.
Regreso a la Plaza
Banderas y al exterior de este inmueble, ¿qué necesidad se tenía por abrir
ambos espacio si no estaban plenamente terminados? ¿Por qué no esperar si se
estaban haciendo bien las cosas; no habría dejado un mejor sabor de boca, ver
que priva la paciencia y el sentido común?, ¿por qué no decirlo en lugar de
hacer como que todo está bien cuando no es así?
Mal empieza la
semana, dicen, para el que ahorcan el lunes.
Publicado originalmente por Milenio Diario.
Ver también: www.artes2010.wordpress.com
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