Podría parecer un contrasentido afirmar que nada nos parece más extraño y ajeno en este momento que la misma sociedad en que vivimos; los fenómenos asociados a la globalización u occidentalización universal, más la instantaneidad en las comunicaciones, por las transformaciones que implican, nos llevan a desconocer lo que en un momento dado supusimos como algo cierto por conocido. La fotografía, al convertirse en la mirada planetaria ha contribuido, simultáneamente, al mantenimiento o exposición de lo que queda de ciertos rasgos identitarios y a la homologación de toda individualidad en favor de un tipo generalizado de apariencia, vida, experiencia. Entre lo primero podemos encontrarnos con imágenes como las de Araminta de Clermont (Londres, 1971- ), fotógrafa de SudAfrica, interesada en preservar los signos externos de los ritos de iniciación que por lo menos en Ciudad del Cabo, continúan efectuándose, tal y como lo vemos en la imagen que aquí incluimos, Nazreen. Pelikan Park; de la serie de chicas sudafricanas vestidas pomposamente para sus bailes de graduación, aún y cuando para ello, haya significado un sacrificio para la familia. Un ritual que de alguna manera nos resulta conocido.
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