Se va haciendo usual que la Alianza Francesa Valle exhiba su buen gusto a través de las exhibiciones que presenta, tal y como sería el caso de la inaugurada el pasado 22 de febrero intitulada Contando Bochos de Nora Gómez.
Además de lo exhibido, que comentaré en un momento, hay varias cosas que me gustan de la Alianza Francesa, entre las principales, el estar conscientes de que su función no es la de ser galería sino más bien un espacio desde el cual se difunden manifestaciones culturales, productos, objetos artísticos. Que por tanto su compromiso es más con la comunidad y con sus propios alumnos que con los productores. El que sin tener obligación o necesidad alguna, habilitaran un espacio de exhibición en la primer oportunidad que tuvieron; y que éste, su espacio de exposición, sin ser de las dimensiones que estoy seguro hubieran deseado los propios funcionarios de la Alianza, o tener el mejor equipamiento museístico de la ciudad, cumple, más que satisfactoriamente, con la función expositiva que se espera de él, incluso mejor que otros espacios que se supone sí están destinados a la exhibición profesional; por último, que teniendo todo lo anterior en mente, seleccionan bastante bien sus exposiciones, o sea, sin pretender ser ni de vanguardia, ni de retaguardia, ni descubridores, ni legitimadores; la mayor parte del material que ha pasado por esta sala es de una calidad (conceptual y material) envidiable por muchos otros que sí presumen tener el último alarido de la producción artística. Toca la coincidencia de que una buena parte de sus exposiciones la ocupa la materia fotográfica, así que cumplen —como también Drexel— mi sueño, que es también el de muchos otros, de tener un espacio dedicado a la promoción y difusión de este medio.
Debo disculparme porque hasta el momento en que visite la exposición no sabía de Nora Gómez, la autora de las imágenes que componen esta muestra. La temática es simple, como denuncia su título: imágenes fotográficas que Gómez ha venido —me imagino—, coleccionando de este modelo de auto de la armadora Volkswagen, del popular Bocho que se construyó y distribuyó únicamente en nuestro país hasta el 2003 (este modelo de auto sedán se venía produciendo, no en México, desde 1938) y que por años fue la mejor opción para adquirir un auto nuevo a bajo precio.
Pero precisamente en su simpleza está la riqueza de lo que presenta. Claro que el recurrir a la popularidad de estos autos no es nueva (hace unas semanas tuvimos en la ciudad al "Bocho Huichol"), pero en ninguna parte se dice o se presume que lo sea; es simplemente una colección de estos autos en diversos escenarios, que lo mismo cambian como se va modificando (por el tiempo o por el gusto de sus dueños) la apariencia de los propios Bochos. Sólo hay un par de las 12 piezas que se exhiben que me parece rompen o descomponen la buena impresión que causan las demás, me refiero a las intituladas Uniforme de gala 1 y 2, en las que a la imagen fotográfica del Bocho se le han añadido electrónicamente fondos dibujados que, la verdad. no vienen al caso.
Tantos años conviviendo con estos autos que terminaron siendo no sólo parte del paisaje de nuestras ciudades sino reflejo fiel de sus dueños. En este sentido, quizás lo más criticable de esta muestra sea que Gómez limitó su cacería a la zona del primer cuadro de la ciudad o de sus alrededores inmediatos, por lo que pareciera que el Bocho se identifica con los cuadros menos favorecidos económicamente cuando el realidad todos, ricos o pobres, con o sin recursos, se sintieron, nos sentimos, atraídos por sus posibilidades estéticas, transformándose de Herbie a súper máquinas de carreras o boutiques de gadgets para automóviles, si no mal recuerdo hasta Marco Granados convirtió a uno de estos Bochos en una galería móvil.
Como se ve, al acierto en la selección del tema, como el mismo automóvil, parecen ser inagotables.
Publicado originalmente por Milenio Diario
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