No es inusual encontrar autorretratos o simplemente retratos en los que estén involucrados, y de manera preponderante, los espejo y las imagen que reflejan; no sólo por lo que ya hemos dicho de que se puede pensar en estos objetos como un símil de la fotografía, sino porque en la fotografía desaparece el efecto especular (o se oculta en la inmovilidad de la imagen fotográfica) y su lugar lo ocupa el doble exacto del sujeto retratado o autorretratado como puede verse en esta (1929), una de las muchas imágenes que de sí misma produjo, esa extraña artista francesa que fue Claude Cahun. Imagen inmejorable para representar la ambigüedad entre lo femenino y lo masculino que ocupó una buena parte de su obra. Este mismo interés de Cahun lo comparte con muchos otros de sus colegas surrealistas que ven en la fotografía el medio ideal para demostrar la presencia de otra realidad en medio de la que únicamente alcanzan a ver los ojos. Así pues, la autoimagen logra convertirse en el vehículo que nos lleva a multiplicar, transformar o mostrar las muchas personalidades que pudieran estar ocultas en nosotros mismos.
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