viernes, 2 de marzo de 2012

Vidas (C)

El haber perdido la distinción entre lo público y lo privado, o mejor dicho, el haber convertido el campo privado en un espectáculo -en cuanto que se exhibe públicamente- al que cualquiera tiene acceso, ha traído como consecuencia un incremento en algo que yo llamaría provisionalmente hambre antropológica pues no se trata de simple curiosidad o morbo que se despierta al tener acceso a lo que antes estaba vedado, sino de un auténtico interés por conocer los torcidos renglones sobre los cuales se va escribiendo la vida de cada uno de nosotros.
En este deseo por conocer y reconocer íntimamente a quien antes habíamos tratado pero dentro de las reglas de etiqueta, las minorías o los marginados ocupan un sitio preponderante, pues anteriormente habían sido casi invisibles para el resto de la sociedad. Descubrir que tienen alma como todos los demás, en muchos casos, ha resultado toda una revelación y ha movido a acciones sociales importantes (tómese el caso de Jacob Riis o Lewis Hine, por ejemplo). Así pues, el intercambio entre lo público y lo privado no siempre termina por alimentar al vouyerismo, e incluso, en ocasiones hasta llega a adquir el status de símbolo universal.

(Imagen: Nan Goldin. Roomie con taza de té. 1973)
(www. artespain.com)

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