No se necesita pensarlo mucho, Monterrey no será Nueva York, no tendrá sus calles, museos, edificios y rascacielos (en la imagen el Rockefeller Center), su vida agitada, estimulante, retadora, que no conoce el sueño, la cuna del melting pot, la puerta de entrada para los imigrantes europeos, la ciudad más destruida por toda clase de eventos, desde guerras intergalácticas hasta apocalípticas visiones que le predicen una vida bajo las aguas marinas. No, nada de eso somos, ni nada de eso tenemos; envidiable tal vez, motivadora sin lugar a dudas, antojable como todo lo que no se tiene, pero esta ciudad de las montañas que nos ha visto crecer, soñar y deseperar, tiene lo suyo, tan lo tiene que nos lleva a fantasear con esa otra orbe de acero, sólo que ahora de este lado de la frontera, y mientras no convertimos en una de ellas o en lo que vaya ser que nos transformemos, qué viva la diferencia pues gracias a ella es que aún tenemos aspiraciones que perseguir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario