Son millones de adolescentes los que a través de un uso exhaustivo de las redes sociales, más han contribuido a la disolución entre lo público y lo privado. En el afán de ser aceptados, de mostrarse parte de un grupo o de haber logrado hazañas que sus pares celebran y admiran, jóvenes de ambos sexos, de entre los 14 y 20 años de edad, inundan el cyberespacio con imágenes a través de las cuales se juran amor eterno. La diferencia entre el Werther de Goethe y estos escúalidos chicos es que mientras que el siglo XIX se empezaba a explorar la subjetividad como algo desconocido y base de lo estético, hoy en día sus inquietudes no guardan ningún secreto por lo que hasta eso ha perdido su atractivo.
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