Ayer mismo leía el editorial de Rosa Olivares, la inteligente directora de la revista Exit, una de las pocas ediciones dedicadas al arte contemporáneo que aún quedan después de la bancarrota española. Abordaba el tema de las obras de arte robadas y se sorprendía por la paciencia que en ocasiones muestran ladrones, coleccionistas y agentes de la ley antes de restituir las obras a sus dueños originales. Según recuerdo, el tráfico ilegal de obras de arte, en particular de arte antiguo, después de las drogas y las armas, es el mercado que deja más ganancias, no sorprende, por tanto, que se sigan robando obras, lo mismo de museos, que de colecciones privadas e incluso galerías. En la imagen aparece una pintura de Amadeo Modigliana substraída del Museo de Arte Moderno de París en el 2010, La mujer del abanico (1919), que obviamente no ha sido encontrada. No olvidemos que en esta clase de asuntos no sólo está involucrado lo económico sino que se pudo haber recurrido al robo por el placer estético que te brinda la contemplación de ciertas piezas, es decir, por el puro gusto de verla cuantas veces quieras a la hora que se te antoje.
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