Curioso y memorable personaje debió ser Henri Lartigue no sólo por su longevidad (vivió más de 90 años) y por tanto por la cantidad de sucesos vividos y personas conocidas, sino porque se trata de un fotógrafo excepcional que nunca tuvo la intención real de serlo, su aspiración más bien fue la pintura. Si de errores y fallos hemos de hablar no cabe duda que muchas de sus imágenes cumplen, y con creces, este renglón, y no obstante, son esos accidentes o descuidos, los que hacen que sus fotografías logren transmitir exactamente lo que vemos en ellas. Sea el caso de este Grand Prix de Ameberes de 1929. No cuesta mucho imaginar el ambiente en que se celebraban estos eventos, entre el ruido, el polvo y el calor o el frío aquello debía ser el infierno, eso sí, un infierno para aristócratas y ricos burgueses, pero infierno al fin y al cabo. ¿No es eso lo que nos transmite esta imagen movida y a la cual se le ha colado por el lado izquiero y el borde inferior el polvo de la carrera? Si lo podemos imaginar es poque lo estamos viendo.
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