martes, 1 de enero de 2013

No se acabó el mundo

 

Contra los augurios y cientos de horas que los canales de televisión dedicaron a las supuestas profecías mayas acerca del fin del mundo, llegamos al 2013 y aquí seguimos. No, no se acabó el mundo y cada quien habrá aprendido algo de este suceso que como quiera movió al mundo.
Ya que no se acabó es buen momento para repasar aquellas cosas que sí podríamos hacer para convertirlo en un sitio ¿mejor?, además aprovechemos que es el primer día del año, que nadie nos lee ahora, para dibujar los buenos propósitos  que pueden alimentar el resto de los 364 días que tenemos por delante.
     Recordemos una nota antes de plantear lo que creo se necesita hacer para modificar, el entorno correspondiente a las actividades culturales de la ciudad. La designación de Rafael Tovar y de Teresa a la presidencia del CONACULTA, que quizás sea un revivir de los muertos, pero en este caso hay la experiencia, la autoridad y reconocimiento suficientes como para asegurar algo más que en las presidencias anteriores. El riesgo es que se vuelva puro ornato, fasto, con un perfil mediático, que no asegura, por ejemplo, la creación ni el ejercicio de   una política cultural a nivel  nacional.
     Cada vez parece más  lejano el que se pueda volver a implementar una política federal de este tipo, no sólo por la red de intereses que habría que desbaratar, sino por la variedad de manifestaciones que cada estado, municipio, y zona del país ha generado, genera y generará como materia viva que es, por lo que hacer un plan global parecería más bien una  insensatez. Por tanto, quizás lo mejor sería apoyar los esfuerzos locales, los que tienen contacto directo con los públicos y los  productores, para entender y actuar en el cómo y con qué se les pueden reforzar.
     Al margen de lo anterior, la tarea más importante que tenemos por delante y que sí podría convertirse en un tema nacional es el convencimiento sobre los beneficios que tiene la inversión en el campo de la cultura. Creo que una gran mayoría apoya este tipo de inversión y a pesar de ello, año tras año vemos como los presupuestos federales, estatales, municipales, reducen sus cuotas en este renglón, dejando a las instituciones sólo con lo imprescindible para su mantenimiento y el pago de sus nóminas que no siempre están justificadas.
     Parece que los únicos en verdad convencidos del  beneficio que trae consigo un sector cultural fuerte, incluyente, productivo, son quienes trabajan en él. Mucho se ha dicho sobre el deterioro del tejido social, o de la violencia que asola al país, por sólo mencionar dos tema que son nodales para su desarrollo, sin mencionar al turismo, la imagen en el exterior, el comercio, los incentivos fiscales que pueden beneficiar a las empresas privadas, el desempleo, etc., y seguimos sin convencer que uno de los caminos a seguir para alcanzar estas metas es, precisamente, invirtiendo en las actividades culturales.
     Así las cosas, creo que el reto más grande de este año que inicia así como del futuro mediato, debe ser el convencer a la sociedad en conjunto de apoyar las inversiones que desde los distintos niveles de gobierno y de la iniciativa privada se puedan llevar a cabo en este terreno hasta convertirlas en una práctica común de la que todos salimos beneficiados. De no hacerlo, de no lograr este convencimiento, no sólo se pueden agravar los problemas ya mencionados, sino que iremos abandonando espacios que ocupará la producción más ramplona (y hablo de todas las manifestaciones), menos comprometida, más ornamental, más comercial, más supuestamente exclusiva, dirigida a grupos minoritarios totalmente desvinculados a su comunidad, su historia, sus raíces.
     Convencer a la sociedad de que vale la pena invertir en la cultura es el gran reto, pero este no se podrá llevar a cabo si antes no estamos seguros de que mayor inversión significa más trabajo y más trabajo es atención al público, ahí es donde termina y principia todo este proceso.
 
Publicado originalmente por Milenio Diario
 
 


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