Gabriela Camerotti. Retrato. s/f
Una de las características que llama la atención respecto a
lo que se presentan como Fotografía Contemporánea es su falta de distinción con
la fotografía amateur, o sea, aquella que se ejecuta, primero, sin tomar en
cuenta aspectos de orden técnico y/o formal; y, segundo, que se lleva a cabo
sin otro fin que el puro esparcimiento de quien la toma y de quien(es) la
observe(n), de ahí que siempre sean de carácter más bien íntimo, personal.
A diferencia
de la pintura, el grabado o el dibujo, tomar fotografías es infinitamente más
sencillo. Convertirse en un pintor solvente puede tomar toda una vida, en
cambio, al cabo de unas cuantas horas (y quizás mucho menos), habiéndose
familiarizado con el aparato que se tenga entre manos, hacer una y luego cientos
de fotografías no lleva más tiempo. Sintomáticamente, la distancia que separa
el aprendizaje y práctica de la pintura y la fotografía es la misma que distingue
al mundo clásico del Moderno. Por su
parte, el desarrollo del aspecto mecánico, técnico, de la fotografía ha seguido
por dos caminos, uno haciendo instrumentos cada vez más precisos y finos; el
otro, en sentido contrario, buscando hacer realidad el lema de la Kodak, esto
es, que el usuario únicamente apriete
el botón y no se preocupe por nada más.
Es claro, por tanto, que en nuestra época, la de la imagen digital, tal sueño se ha cumplido y con él, el predominio, el triunfo del amateurismo.
Visto del otro
lado, recordemos que, desde sus inicios,
la fotografía fue una cuestión, un asunto apropiado para los amateurs, tan amateur fue Henry Fox Talbot como Daguerre, Le Gray, o Niepce. No olvidemos tampoco que es este aspecto el que complementa la democratización de la imagen.
Pareciera
pues, que la fotografía ha sido hecha
para los amateurs, quienes, además, por otra parte, son quienes han sabido
sacar provecho de aquello que en principio parecía un accidente, un yerro en el
proceso de tomar una fotografía. Imágenes movidas, fuera de foco, sin composición,
a contraluz, etc., son resultados que poco a poco se fueron incorporando al
lenguaje de la fotografía, dejando de ser accidentes para convertirse en
aciertos o recursos que facilitan la comprensión de una imagen. Como será fácil
entender, este curioso proceder, lejos de desalentar a los amateurs, es prácticamente
una patente de corso para continuar con su implacable uso de la cámara.
Fuera del uso
privado, doméstico de la fotografía amateur, ésta se vuelve atractiva por su
espontaneidad, candidez, frescura, y, entre lo más importante, por su falta de
compromiso con modelos estéticos, éticos o políticos preconcebidos (lo mismo
que atrae en las pinturas llamadas Naifs). Así, lo que en principio es simple
falta de atención o consideración con respecto a la técnica o la forma (ya
hemos dicho que se toman sólo por diversión), se convierte si no en una virtud,
sí en un rasgo apreciable, lo mismo que con los accidentes que ya hemos
mencionado.
Que la
fotografía contemporánea se identifique con la práctica de la fotografía amateur
se debe a varios o todos los puntos que hemos mencionado aquí. Pero advirtamos
que no es lo mismo este tipo de fotografía, la amateur, que la que se ha
apropiado de algunos de sus rasgos para hacer de ellos un estilo, una forma
identificable de proceder, de enfrentar la producción de imágenes. Quizás se
trate de una reacción en contra de las ultrasofisticadas imágenes digitales de
la industria del entretenimiento; o puede ser una tendencia del mercado, un
producto fácilmente remplazable; o, ya para terminar, también es posible que se
trate de falta de creatividad, flojera o incapacidad para pensar en temas, motivos
más elaborados, o para tomar en cuenta la historia del propio medio. Creo que
la verdadera fotografía contemporánea es, precisamente, la que no se asemeja en
nada a lo que aquí hemos expuesto.
Publicado originalmente por Milenio Diario
Vert también: www.artes2010.wordpress.com
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