martes, 15 de enero de 2013

Amateurismo, accidentes y otros rollos

Gabriela Camerotti. Retrato. s/f
 

       Una de las características que llama la atención respecto a lo que se presentan como Fotografía Contemporánea es su falta de distinción con la fotografía amateur, o sea, aquella que se ejecuta, primero, sin tomar en cuenta aspectos de orden técnico y/o formal; y, segundo, que se lleva a cabo sin otro fin que el puro esparcimiento de quien la toma y de quien(es) la observe(n), de ahí que siempre sean de carácter más bien íntimo, personal.

         A diferencia de la pintura, el grabado o el dibujo, tomar fotografías es infinitamente más sencillo. Convertirse en un pintor solvente puede tomar toda una vida, en cambio, al cabo de unas cuantas horas (y quizás mucho menos), habiéndose familiarizado con el aparato que se tenga entre manos, hacer una y luego cientos de fotografías no lleva más tiempo. Sintomáticamente, la distancia que separa el aprendizaje y práctica de la pintura y la fotografía es la misma que distingue  al mundo clásico del Moderno. Por su parte, el desarrollo del aspecto mecánico, técnico, de la fotografía ha seguido por dos caminos, uno haciendo instrumentos cada vez más precisos y finos; el otro, en sentido contrario, buscando hacer realidad el lema de la Kodak, esto es, que el   usuario únicamente apriete el botón  y no se preocupe por nada más. Es  claro, por tanto, que en nuestra  época, la de la imagen digital, tal  sueño se ha cumplido y con él, el  predominio, el triunfo del  amateurismo.

         Visto del otro lado,  recordemos que, desde sus inicios,  la fotografía fue una cuestión, un  asunto apropiado para los  amateurs, tan amateur fue Henry  Fox Talbot como Daguerre, Le Gray,  o Niepce. No olvidemos tampoco  que es este aspecto el que  complementa la democratización de  la imagen.

         Pareciera pues, que la  fotografía ha sido hecha para los amateurs, quienes, además, por otra parte, son quienes han sabido sacar provecho de aquello que en principio parecía un accidente, un yerro en el proceso de tomar una fotografía. Imágenes movidas, fuera de foco, sin composición, a contraluz, etc., son resultados que poco a poco se fueron incorporando al lenguaje de la fotografía, dejando de ser accidentes para convertirse en aciertos o recursos que facilitan la comprensión de una imagen. Como será fácil entender, este curioso proceder, lejos de desalentar a los amateurs, es prácticamente una patente de corso para continuar con su implacable uso de la cámara.

         Fuera del uso privado, doméstico de la fotografía amateur, ésta se vuelve atractiva por su espontaneidad, candidez, frescura, y, entre lo más importante, por su falta de compromiso con modelos estéticos, éticos o políticos preconcebidos (lo mismo que atrae en las pinturas llamadas Naifs). Así, lo que en principio es simple falta de atención o consideración con respecto a la técnica o la forma (ya hemos dicho que se toman sólo por diversión), se convierte si no en una virtud, sí en un rasgo apreciable, lo mismo que con los accidentes que ya hemos mencionado.

         Que la fotografía contemporánea se identifique con la práctica de la fotografía amateur se debe a varios o todos los puntos que hemos mencionado aquí. Pero advirtamos que no es lo mismo este tipo de fotografía, la amateur, que la que se ha apropiado de algunos de sus rasgos para hacer de ellos un estilo, una forma identificable de proceder, de enfrentar la producción de imágenes. Quizás se trate de una reacción en contra de las ultrasofisticadas imágenes digitales de la industria del entretenimiento; o puede ser una tendencia del mercado, un producto fácilmente remplazable; o, ya para terminar, también es posible que se trate de falta de creatividad, flojera o incapacidad para pensar en temas, motivos más elaborados, o para tomar en cuenta la historia del propio medio. Creo que la verdadera fotografía contemporánea es, precisamente, la que no se asemeja en nada a lo que aquí hemos expuesto.
 
Publicado originalmente por Milenio Diario

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