La semana pasada se dieron a conocer los resultados de la Encuesta Nacional de hábitos, prácticas y consumos culturales, 2010. De entre ellos cito los siguientes: El 48% de los encuestados dijo no tener ningún interés en la cultura o las actividades culturales; la película más vista este año fue Toy Story; el 58% no ha ido jamás a un museo; el 45% tampoco ha asistido a un concierto en vivo de cualquier género; el 57% nunca ha entrado a una librería; y el 79% jamás ha comprado ni un solo libro. La encuesta se llevó a cabo en todos los estados del país y la información se recogió de 32,000 personas adultas. Según la titular del CONACULTA, Consuelo Saizar, con respecto a la encuentra anterior del 2003, hay áreas que muestran disminución en sus indicadores.
Hace también una semana alegaba a favor de los apoyos y subsidios que otorgan la federación, los estados y municipios y pedía que en lugar de recortarlos o cancelarlos, se hiciera todo lo posible por aumentar y consolidar los recursos económicos que se dedican a la cultura y las actividades artísticas. ¿Cómo compaginar ahora ambas visiones, es decir, cómo entender y apoyar una solicitud como la que hago a la luz de las cifras que acabo de citar?
Es natural que la primera reacción que se tenga ante estos datos sea la de desaliento, pareciera que a pesar de la importancia que tienen estas actividades, al menos la mitad de la población no tiene ningún interés en ellas, así como entre sus conductas habituales tampoco se encuentra algún rubro relacionado con sus prácticas (ir a conciertos, leer, ver cine, etc.). De aquí que se tenga la falsa imagen de para qué destinar más presupuestos a esta área cuando existe un interés tan limitado de la población por lo que se haga o suceda en ella.
No obstante, una segunda lectura nos podría dar una comprensión diferente acerca de estos resultados y hacer evidente por qué hay que otorgar más recursos a la cultura. Según la presidenta del CONACULTA, al referirse a la disminución que presentan algunos índices, apuntó que ello se debe, muy probablemente, al impacto que los nuevos medios y soportes están teniendo entre la población y que afectan por igual a los hábitos y prácticas anteriores (ir al cine, leer un libro, escuchar música, etc.), lo cual, de ser cierto, nos obliga a poner más atención a estos cambios que sin duda seguirán impactando a las actividades culturales.
Más allá de que la realidad esté modificándose a partir de la aplicación y uso de las nuevas tecnologías, también es cierto es que estos datos pudieran estar indicando que los esfuerzos hechos hasta el momento no son suficientes, que la aplicación de las políticas culturales del 2003 a la fecha han fracasado pues tan sólo han impactado en el 50% de la población o menos. No es tanto que las personas tengan un interés mínimo por la cultura y las actividades que se desprenden de ella, sino que no se ha logrado interesarlas. Continuamos pensando que hay producción cultural de primera y de segunda, es decir la de las “bellas artes” y la popular, por tanto el consumo es semejante, de primera y de segunda, y mientras seguimos creyendo que así se comporta la población, son los medios masivos los que están ganando su atención y apoyo.
La disminución que muestran ciertos rubros puede complementarse con el aumento en el deterioro de la vida pública. Mucho de la situación que vivimos en la actualidad se puede explicar, entre otros factores, por este decaimiento en el interés por la cultura, decaimiento que según hemos dicho se debe a un fracaso o una limitada efectividad de las políticas públicas destinadas a estas actividades.
Las cifras que arroja esta encuesta más que desalentarnos deben indicarnos cuáles son las áreas que hay que atender prioritariamente para cambiar el perfil cultural de la población y al hacerlo, es seguro, nuestra vida comunitaria ser verá sensiblemente enriquecida.
Publicado originalmente por Milenio Diario
Ver también: www.artes2010.wordpress.com
Imagen: www.auvejota.com
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