Elena Climent. Iglesia en tequila. 199
Seguramente habrá escuchado de la rapidez con que pasa el tiempo y más el de esta época. En otro momento dijimos que lo único permanente es el cambio por lo que nuestra percepción del paso del tiempo tiende a acelerarse. Hace años apunté que una de las consecuencias de esta combinación, percepción del tiempo y cambio permanente, nos crea una mayor consciencia de la historia, o mejor dicho, de que somos historia y de que los sucesos que vivimos hoy son la historia del mañana, lo que hagamos o dejemos de obrar habrá de ser lo que la historia cuente.
La primera impresión que tuve al entrara a las salas en que se exhibe ¿Neo-Mexicanismos? exposición Inaugurada el pasado viernes 3 en el MARCO, fue que me encontraba frente a una muestra que se había hecho vieja rápidamente, como si estuviera visitando no una revisión de una parte de lo que se hizo en los ‘80, sino más bien en los 30’s o 40’s (para los más jóvenes la impresión debe ser que ven una exhibición del remoto siglo pasado). Me sorprendió más al darme cuenta de que muchos de los que se encuentran en la exhibición son amigos o conocidos míos y que la producción de lo expuesto se llevó a cabo en tanto se forjaba nuestra amistad. Es decir, tuve la sensación de que los objetos quedaron anclados a un tiempo y un lugar, en tanto que nosotros continuamos transitando, siendo testigos y actores del cambio, de la historia.
La referencia personal de ninguna manera es gratuita, intento fijar las coordenadas en las que aparece lo tratado por la exposición, que, por cierto, termina con una estupenda línea del tiempo que si se revisa ayuda a contextualizar mucho de lo que se ve en las salas. Trato de establecer estos puntos en el espacio y tiempo, porque según mi experiencia el tema del neo-mexicanismo y el desarrollo de la producción, la promoción, la difusión y el coleccionismo en Monterrey, van íntimamente ligados. Me aventuraría a decir que la fundación y construcción del MARCO, incluso, son una de sus consecuencias más evidentes, o si se prefiere es uno de los efectos de un movimiento mucho mayor que vivió nuestro país entre esos 20 años que se señalan, entre los gobiernos de Miguel de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo, entre el desplome y el fin del imperio industrial y financiero de Monterrey.
Buena parte de la crítica que se dice acompañó a estas obras me atrevo a decir que se debe a la liga que sostenían con esta ciudad ya sea a través de las galerías, los promotores, los compradores o sus colegas regios. Por eso es que me llama la atención la limitada, por no decir, mínima participación de los productores regios en la exposición; está, por supuesto, Julio Galán, pero junto a él sólo aparece una pieza de Sylvia Ordoñez y otra de Arturo Elizondo, ¿dónde quedó Enrique Canales, Arturo Marty, Enrique Cantú, Juan Torres, Soledad Tafolla y tantos otros que se formaron y dieron a conocer gracias a Monterrey (hay una sola pieza, por ejemplo, de Ismael Vargas, otra, y no de las más representativas, de Alejandro Colunga), da la impresión de que para los organizadores de la muestra, el MAM de la ciudad de México y su curadora, Josefa Ortega, esta conexión no existió o no fue relevante. Creo que este es uno de los muchos puntos que quedan por indagar a partir de esta muestra.
Como en pocas ocasiones se nos presenta una oportunidad como esta, en tanto que podemos ver, como si estuvieran suspendidos en el tiempo, los últimos 20 años del siglo XX, y en ellos una muestra de la dinámica cultural que en ese momento se estaba dando en medio de un enjambre de variables sociales, económicas, políticas (domésticas e internacionales), científicas, ideológicas, educativas, etc., con las que estaba interactuado. Se trata de un retrato único que nos da la oportunidad de conocer mejor el México contemporáneo.
Publicado originalmente por Milernio Diario.
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