Podría tratarse de una imagen obtenida en Theran, Brasilia, Johanesburgo, La Habana o Ciudad de México. Como se reconocerá, se trata de una de las famosas fotografías de Gabriel Orozco de 1992. Presentarlo aquí es más bien una broma de mal gusto, ¿pero por qué no podría ser una imagen de un, otro, Neomexicanismo? Precisamente en el momento en que se daba el auge de los mexicanismos tanto comercial como teóricamente, aparecen otros productores con Orozco a la cabeza, cuya propuesta es exactamente la contraria, opuesta a cualquier consideración contenidista y más aún situacionista. La virulencia de trabajos como el que aquí vemos ¿no los convierte en parte de una identidad bien definida? y esta identidad ¿no podría estar relacionada con una determinada forma de ver y entender la realidad de ese momento?, y esa forma de ver y hacer, de producir o simbolizar la realidad de una manera en particular, ¿no podría ser Méxicana, es decir, nacida de unas circunstancias culturales particulares? Sin duda hay una multitud de enseñanzas que pueden obtenerse de este capítulo del NeoMexicanismo. ¿Corriente inventada, instrumento político, productores arribistas, condescendientes; obras de mala factura y pésimo gusto?, ¿Necesidad de contar con una respuesta simbólica para ese momento; respuesta de los productores mexicanos a los cambios de la llamada postmodernidad; apertura social, tolerancia y reconocimiento a los minorías? Unos y otros ofrecen pruebas y argumentos, uno decide cuál versión seguir.
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