Hace poco escribía sobre las ingratitudes de la memoria y la fugacidad de la fama y para ejemplificarlo me refería a la persona de Miroslav Tichy quien hará un par de años se convirtió en el rock star de la fotografía ocupando las páginas de las mejores revistas y diarios especializados; sin embargo y a pesar del interés que suscitó pocos fueron los que consignaron su muerte acontecida en abril de este año.
Sin ser el mismo caso, el deceso en junio del chileno Claudio Bravo (1936-2011), también pasó casi desapercibido, es por ello que la presentación en MARCO de seis litografías suyas resulta un breve pero significativo homenaje que sin duda merece un pintor que siempre fue apreciado en la ciudad. En lo personal me siento comprometido con cuanta vez se exhiba obra de Bravo en Monterrey, pues hace ya más de 20 años, la primer exhibición que tuvo aquí, en el desaparecido Museo de Monterrey, me motivó a incursionar por primera vez en el periodismo cultural, y así lo he venido haciendo hasta el 2007, cuando el MARCO presentó una excelente muestra retrospectiva de su obra.
De ese mismo año es la edición de la que proceden las litografías que ahora se muestran. Tal y como se explica, en esa ocasión el pintor regaló al MARCO su carpeta de animales de Marruecos, compuesta originalmente por 15 láminas en un tiraje de 51 conjuntos, siendo el número 4 el que aquí se tiene. Las litografías en blanco y negro fueron realizadas en el madrileño taller de Antonio Gayo en papel Velin Arches de 300 gramos y van numeradas y fechas por el propio Bravo. En el lobby del MARCO, desde la segunda semana de noviembre se pueden contemplar las estampas de un borrico, un caballo, una oveja, un novillo y un par de cráneos parciales.
El dibujo de animales es una tradición que se remonta a la Edad Media, en ese entonces se llevaba a cabo ya fuera para informar sobre la apariencia de animales fantástico, ya para la identificación y estudio anatómico de los conocidos. A partir de entonces el detenerse en esta clase de motivos se ha considerado una de las demostraciones más nobles de las destrezas del dibujo. Pensemos en los que Leonardo Da Vinci realizó sobre el caballo, en la liebre o el rinoceronte de Alberto Durero, o los animales fantásticos de Teodoro de Bry. Cuando estas ilustraciones forman un conjunto se les conoce como Bestiarios y de estos los hay variopintos, lo mismo de siglos anteriores que contemporáneos (por ejemplo Rodolfo Nieto o Francisco Toledo), imaginarios que naturalistas, que es el grupo al que pertenecen estos trabajos de Bravo.
Probablemente alguien podría pensar que seis litografías no merecen tanto espacio, no obstante debo decir que a quienes les interesa el dibujo y la obra gráfica, no deben ni pueden perderse la oportunidad de ver de cerca estas piezas. No sólo es sobresaliente el trabajo de la línea y sus valores tal y como los manejaba Claudio Bravo, sino que la impresión es impecable, salvo muy sutiles diferencias se podría establecer la distinción entre el original en la piedra y su reproducción en papel.
La realización de estas piezas es un ejemplo, además, de una de las virtudes del arte que por lo general pasamos por alto o no le atribuimos mayor valor. El dibujo de un humilde asno o la calavera de algún animal, motivos que en sí mismos pudieran carecer de interés, se convierten en objetos valiosos en cuanto son ejecutados por una razón superior al mismo tema, en otras palabras, cuando lo que importa es el dibujo en sí mismo, la representación y no lo representado. El virtuosismo y la precisión de estas litografías escapan también a la fotografía, pues no han sido dibujadas para retener la imagen del asno, sino para demostrar los alcances del dibujo.
Qué bueno que hubo la oportunidad de que MARCO presentara estas piezas, que las pueda ver un público mayoritario y que hayamos podido despedirnos de un amigo como se debe.
Publicado originalmente en Milenio Diario
Ver también: www.artes2010.wordpress.com
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