En la entrega del día de ayer ya adelantábamos este aspecto, la irrupción de la tecnología digital en el campo y la práctica de la fotografía. Más allá de consideraciones teóricas, valiosas e importantes a no dudar, lo que ahora interesa es apuntar de qué manera estas aplicaciones han modificado el hacer u obtener imágenes por medio de la cámara obscura. Estas aplicaciones corren, me parece, por dos vías, una la de la cámara en sí misma, que puede ser altamente sofisticada, destinada a la práctica profesional, o la que se incorpora al aparato telefónico más simple, de sencilla y fácil operación; la segunda es el haber puesto a disposición pública medios electrónicos de alcance y aplicación masiva, lo que permite la difusión y promoción de esas imágenes obtenidas por las cámaras digitales. Ambas vías, como decíamos en la entrega anterior, no sólo han hecho que esta práctica se vuelva totalmente popular y democrática (acceso indiscriminado y universal al medio y sus medios de difusión) sino que la han cambiando en sí misma. Si antes se fotografiaba por conservar lo que nos rodea dentro del álbum, por solidaridad, por ilustrar, por certificar, por conocer, hoy día se hace por la simple y sencilla razón de que está a la mano, de que no hay nada que me impida, ahora mismo, convertir en imagen este momento, esta experiencia, este suceso, este objeto, esta persona.
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