¿Un monumento escultórico tomado por su parte trasera? ¿Un desfile, una manifestación, que ya sucedieron? Ni una ni otra u otra cosa. Una de esas imágenes que por sí mismas rebasan a la misma realidad. Se trata de Muro de Berlín, 1963, una fotografía de Cartier-Bresson, que como se ve no está excenta de humor y que sería una delicia de ironía a no ser por lo trágico de la situación. También, como se ve, nos topamos de nuevo con la idea de que la fotografía debe estar al servicio de la "captura" del "momento decisivo". No obstante, más que lo irrepetible y fugaz de la escena, la fotografía -esta fotografía- sobresale por su valor simbólico y sus cualidades formales, compositivas.
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