Como pocas veces, una sentencia como esta (la del título) retrata con tanta precisión una exposición. Tal es el caso de la de Hugo Lugo en el Centro de las Artes II, en el Parque Fundidora (La superficie del precipicio). Una buena selección de obra en la que priva la representatividad y calidad de las piezas más que su número; un texto de sala claro, sin pretensiones de revelar los secretos del arte, y una disposición de las obras discreta, sin ánimos de protagonismo, hacen de la visita a la segunda planta de este recinto una de las experiencias más agradables de los últimos tiempos.
Sin embargo, aunque importantes todos estos aspectos, la suma de ellos no hace trascendente el material que se exhiba, no le agregan valor, quizás contribuyan a que este resalte, sea más evidente o claro, pero lo que hace buena o fallida una exposición es, obviamente, lo que se presenta, y en este caso el trabajo de Hugo Lugo se muestra, por sí mismo, importante, valioso, relevante.
Por su parte, podría decirse que la curaduría de Ana Elena Mallet, se esforzó en presentar los ejemplos más claros y precisos de las intenciones y búsquedas de Lugo, más que en dar su propia interpretación, lo cual no sólo se agradece sino que también facilita la comprensión del trabajo del curador y su importancia.
Hugo Lugo pertenece a una generación de productores que salieron de la escuela de arte de la Universidad de Montemorelos, N.L., de la cual sólo de manera tangencial nos hemos ocupado a pesar de la importancia de quienes han egresado de ella, Rubén Gutiérrez, Fernando Villalvazo, Cora Diaz (quien más ha tratado el tema es Marco Granados). Ahí y en las experiencias viajeras de Lugo es donde, me parece, podemos encontrar parte de los antecedentes de los trabajos de este productor quien hace unos años empezó sorprendiéndonos con aquella extraordinaria pieza en la que reproducía —idealmente al infinito— una figurita de cerámica que asemejaba, nada más ni nada menos, que a Raquel Tibol.
Independientemente del aspecto o sesgo abordado en los dibujos, pinturas, objetos y videos que trabaja Hugo Lugo, me gustaría aventurar que su gran tema tiene que ver con la formación de la memoria, o mejor dicho, con la participación de la percepción en la memoria, en la persistencia de los recuerdos, en la permanencia de las imágenes mnémicas y para ello es que se vale de las pequeñas cosas que nos suceden a diario, o como bien apunta Mallet “… logra engrandecer la pequeña experiencia”, esto es, a través de su obra, esas experiencias que pueden pasar desapercibidas por su fugacidad, por su aparente falta de interés, por no estar en el foco de la atención, al ser abordadas por Lugo, se transforman en LA experiencia al mostrarnos su participación en la formación de los recuerdos.
Pero como en todos los casos, si el tema es la memoria, también su opuesto reclama el mismo espacio y presencia, es decir, el olvido, la disolución de las imágenes, el desuso de lo aprendido, la perdida de la experiencia. Obras como Hombre desapareciendo o Paisaje en tres actos, ambas del 2010, podrían darnos la razón.
Que en términos generales Hugo Lugo está preocupado por lo que ocurre entre lo permanente y lo transitorio como dos estados de la memoria, se puede constatar también en trabajos como Boceto para aclarar un dilema o Memorial, ambas de este año. En la insistencia por presentar una ilustración (o fotografía) y a su lado una pintura que aparentemente la réplica, se encuentra, precisamente, el tema que ocupa el trabajo de Lugo, las pequeñas diferencias entre uno y otro medio, los recortes y su posterior reinserción en otro sitio, son muestra de estos intentos por conjugar estos tres elementos, la memoria, el olvido, la percepción. Incluso una instalación como La permanencia del desastre (2010), nos habla de lo que ocurre en el tránsito entre estos tres elementos.
Me sorprendió saber que esta es la primer muestra individual de Hugo Lugo en un espacio museístico; un productor tan inteligente como él merece, a no dudarlo, una mayor difusión y promoción. Por lo pronto, en mi caso, agradezco que mi pequeña visita al Centro de las Artes se haya convertido en una gran experiencia.
(Publicado originalmente en Milenio Diario)
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