domingo, 4 de abril de 2010

Una fotografía, una tragedia.


1994, Ayod, Sudán, Africa. Ese mismo año, el fotografo sudafricano Kevin Carter (1960-1994) con esta imagen ganaba el premio Pulitzer a la fotografía del año. Un valiosísimo reconocimiento a su incipiente carrera como corresponsal internacional. La escena habla por si misma, casi nada hay que agregar a lo que se ve. Sólo se puede callar y bajar la mirada. ¿Hasta dónde llega el compromiso de un fotógrafo, de un periodista; hasta dónde se impone su labor, su profesionalismo y en dónde empieza a trabajar su humanidad? Meses después, al ir a la Universidad de Columbia en los Estados Unidos a recoger su premio, Carter puso fin a su vida, tenía apenas 33 años. ¿Se puede vivir con una imagen semejante sabiendo que se cumplió con el deber pero se falló como ser humano? Esta es, en efecto, la fotografía de una tragedia; la denuncia, la crítica, el compromiso con lo que se hace, la objetividad, nada de eso tiene sentido cuando lo sustantivo deja de funcionar, cuando la realidad demanda otras acciones.

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