Siguiendo la temática que hemos sostenido esta semana acerca de la supuesta superioridad del B&N sobre el color, otra de las variables que habría que considerar para explicarnos cómo fue que se desarrolló esta idea, es el aspecto estético. Así como el fotoperiodismo fue uno de los factores que inclinó la balanza a favor del B&N en América Latina, así el abandono paulatino del pictorialismo hacia la búsqueda de una fotografía que sólo fuera fotografía, abonó el campo para el uso casi exclusivo del B&N en los trabajos que aspiraban a ser representantes de ese purismo estético en la fotografía. Tomemos como ejemplo la imagen que aparece más arriba, el Pimiento No.30 (1930) de Edward Weston (1886-1958). El manejo de la luz, el acercamiento, la composición y hasta el objeto retratado, nos indican que la preocupación primaria del fotógrafo no fue el pimiento ni en sí mismo ni como alimento o alguna otra característica; si ha sido retratado -presumiblemente más de 30 veces- se debe a otras razones: por su forma, así de simple y sencillo; no tiene otra importancia más que por las formas que presenta, y para hacerlas evidentes, para mostrarlas en todo su esplendor, en la riqueza tonal con que se manifiesta la luz sobre su pulida superficie, nada mejor que la fotografía, ¿quién necesita del verde, rojo o amarillo, para apreciar este pimiento? ¿no es verdad que la escala de grises que aquí se despliega es más que suficiente para apreciar, para reconocer el valor estético de esas formas?
Por otra parte el color se asocia libremente a aspectos emocionales que impiden u obstaculizan la percepción pura de las formas, el color más que auxiliar en la apreciación de los valores que hace explícitos la fotografía, lo impide, por tanto, desde el punto de vista estético, el color es sino algo que habría que evitar sí irrelevante para la fotografía que aspira a ser verdadera fotografía.
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