Orquidea. 2003
Se puede afirmar que el tema de las flores constituye, por sí mismo, un amplio campo dentro de la fotografía especializada, y que, a su vez, es una de las subdivisiones de las "Naturalezas Muertas" más cultivadas. No es necesario insistir aquí en el valor simbólico que poseen las flores, su extensa variedad, formas, colores, olores, ubicación, cultivo y hasta negocio, las convierten en un buen ejemplo del triunfo de la belleza, de la vida, la perseverancia, la paciencia y muchas otras cualidades que busca recoger la fotografía que se consagra a la reproducción de su imagen. Tomemos el ejemplo que nos ofrece este trabajo del suizo Jacques Polony (1957). Entre lo exótico y exquisito de las formas naturales de la orquidea, su caída o desvanecimiento y la iluminación, fondo y composición que le provee la fotografía, convierten a ésta en una imagen de elegancia, pureza, e, incluso, de indiferencia ante lo mundano, sucio, común y corriente que tiene la realidad cotidiana. La flor, por tanto, se convierte en sinónimo de belleza, feminidad, pureza, majestad y arte.
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