Cerezas. 2010
La naturaleza muerta o bodegón (aunque se emplean ambos términos como sinónimo, en realidad hay diferencias entre uno y otro; aquí nos referiremos a ellos aclarando de cuál se trate) entre sus funciones simbólicas tiene la de representar el paso del tiempo; pocas cosas tienen la capacidad de expresarlo tan crudamente como una fruta podrida, una flor marchita, un trozo de carne agusanada. Pero hay maneras más sutiles de hacerlo y sobre todo no haciéndose eco de su paso destructor sino más bien como un eterno volverse presente tal y como lo evocan algunas de las imágenes que crea Alexandra Catiere (1978), autora de la aquí vemos encabezando estas líneas. Para Catiere todo lo que ha sucedido en su familia, en su histora, en su país (nació en Bielorusia aunque actualmente vive en París, Francia) se concentra y concreta en el momento mismo en que hace la fotografía, y sucede así por dos caminos: la imagen es la suma de todas las cerezas (en nuestro ejemplo) de ayer y ahora, y ella, al apretar el obturador, es todas las mujeres de su pueblo, de su familia, que han visto y gozado con la imagen de unas cerezas sin llegar a madurar. Así, la imagen de Catiere posee esa magia, ese poder de convertir al tiempo en materia visible, algo que sólo la fotografía puede hacer posible.
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