En la entrega de ayer viernes, nos referímos a cómo valiéndose de los recursos que le brinda la fotografía publicitaria, Petrina Hicks creaba, por ejemplo, una Naturaleza Muerta. Es claro que con el paso del tiempo este tipo de imágenes han creado no sólo una especialización, sino también un género fotográfico, y si lo pensamos detenidamente, es posible que, incluso, imágenes como la que vemos en este momento se hayan convertido hoy día, en las nuevas y ultra modernas Naturalezas Muertas. No obstante, la distancia que sigue habiendo entre -una vez más- esta imagen y la de ayer (que está un poco más abajo) es tal que difícilmente podríamos tomar una por la otra. La diferencia entre esta fotografían (de la que por desgracia ni siquiera podemos citar a su autor) y la de Hicks es la misma que hay entre un desnudo o una imagen erótica y la pornografía. Las fotografías publicitarias como las porno están tan concentradas en vendernos una sola y única cosa, se empeñan tanto en eso, que lejos de incitar, distancian, lejos de provocar, aburren, lejos de satisfacer, saturan. Una vez, la primera vez, son efectivas por sus recursos, pero ya que se vuelve evidente su fin, dejan de ser interesantes. Así que, por lo pronto, que una imagen revele otros significados por sobre lo que enseña ostensiblemente, sigue dependiendo más de su autor que del género al que pertenezca.
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