Nuestro tercer y último ejemplo de cómo los fotógrafos mexicanos han entendido la relación entre su oficio y la arquitectura es Eugenio Espino Barrros (1883-1978) el poblano vecino de Monterrey que logró hacer una extraordinaria carrera creando las imágenes que en ese momento necesitaba una pujante ciudad como lo era la capital de Nuevo León. Ubicando entre Guillermo Kahlo y Salas Partugal, Espino Barros ofrece una alternativa a la cuidadosa y aséptica mirada de su antecesor y sucesor respecivamente; me refiero a que ante las mágenes racionalistas y objetivas de la fotografía moderna, Espino Barros ofrece una opción más sin ser por eso menos moderna. En sus trabajos, como este que aquí vemos, el edificio de la Cervecería Cauhtémoc, c. 1945, hay, si no un pictorialismo romanticista por todo lo alto, sí un deseo por ofrecer una imagen lo más positiva posible de lo que estaba frente a sus ojos. La ahora centenaria construcción de la Cervecería se convierte entonces, en medio de su entorno, en un elegante, imponente y vanguardista edificio, ejemplo sin tacha de la nueva arquitectura industrial que estaba cambiando al país. Esta clase de imágenes son de las que estamos ayunos, sin ellas no sabemos qué tipo de paìs es el que tenemos, ni qué es lo que estamos construyendo más allá de la triste y trillada imagen que nos ofrecen los medios comerciales de comunicación. Pobre papel entonces el de la fotografía y la arquitectura contemporáneas.
(Imagen: Archivo EEB)
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