Henri Le Secq (1818-1882), uno de los tantos pioneros de la fotografía, también, como se ve, incursionó en el género que hemos venido tratando. Sólo que aquí, su Tetera, taza y azucarera, c. 1856, es un ejemplo típico no de una Naturaleza Muerta, sino de un Bodegón. Esto es, hablamos de naturaleza muerta en cuanto aparecen en la composición, artículos, flores, frutos, que muestran el paso del tiempo, comida que ya ha sido consumida, conchas de mariscos, trozos de carne o pescado, o de plano animales de caza muertos sobre la mesa. En cambio el bodegón es simplemente la composición que muestra diversos objetos que pueden o no estar relacionados entre sí. Su objetivo es más bien, por ejemplo en la pintura, demostrar que tan hábil es su autor como para poder trasmitirnos únicamente por el sentido de la vista, las cualidades tactiles de los objetos, por ejemplo los materiales y sus texturas. En el caso de la fotografía y en especial de estas, la finalidad es un tanto diferente pues lo que se buscaba era explorar y explotar hasta qué punto el nuevo medio podía ser capaz de reproducir la realidad hasta el más mínimo detalle, de ahí la selección de objetos para la composición. Grande debe haber sido la sorpresa de unos y otros al comprobar cómo sobre la superficie de un papel, metal o cristal, iba apareciendo la imagen de los objetos tal y como el fotógrafo y sus perplejos espectadores los podían contemplar.
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