Una de las imágenes más inquietantes que se hayan producido en la historia de la fotografía, el Ahogado, 1840, de Hippolite Bayard (1801-1887), otro de los pioneros franceses a quien bien se le pude atribuir el descubrimiento de la "fotografía". Aunque la imagen parece mostrarnos lo que sería el cadáver de un hombre ahogado -aunque más parecería colgado (en cuyo caso igualmente habría muerto ahogado)- tiempo después de haberse dado a conocer se supo que se trata de un autorretrato en el que Bayard juega con las distinciones entre la muerte y la vida. De cualquier manera, la imagen nos recuerda, simbólica y técnicamente, que la fotografía siempre representará un evento que ya no existe más, es decir, que está muerto, ¿o acaso la imagen del hombre que vemos no es la de alguien que ha muerto?
Obviamente esta imagen no puede pasar por una Naturaleza Muerta tal y como la hemos venido presentando, si acaso se trataría de un caso extremo o radical de esta clase de composición. Si la presentamos aquí es para reflexionar acerca de la esencia de la fotografía, ¿no será que su expresión perfecta es la Naturaleza Muerta?
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