Hasta que no se desarrolló plenamente la televisión al mediar el siglo XX, la bestia negra de las artes visuales, de todos los procesos y técnicas empleados en la producción de imágenes, lo fue el movimiento; llámese pintura, dibujo o peor aún escultura, todas, para su desgracia, nacen irremediablemente estáticas. Consientes de tal limitación desde el Renacimiento hubo productores que intentaron por todos los medios insinuar, sugerir, dar a entender que lo representado era de naturaleza móvil. Siguió el Barroco y después sus relevos y las imágenes seguían igual de quietas que sus antecesoras de las cuevas de Altamira. Como sabemos no fue sino hasta pasada la primer mitad del siglo XIX con el advenimiento del cine y sus antecedentes que se logrará producir la impresión del movimiento y como se dice al inicio de estas líneas, hasta la televisión que se logró recrear imágenes en movimiento. No obstante, no es lo mismo imágenes en movimiento que reproducción del movimiento, este último fue el propósito de la pintura Futurista, pero sobretodo de fotógrafos como Etienne Jules Marey (1830-1904) y Eadweard Muybridge (1830-1904), gracias a sus trabajos pudimos, por fin, conocer qué es lo que sucede cuando las cosas están en movimiento. Pero así como decimos que no es lo mismo en movimiento que reproducción del movimiento, ahora hay que decir que reproducción del movimiento no es lo mismo que representación del tiempo en que se da, precisamente, el movimiento. El mejor ejemplo que conozco al respecto son las exposiciones de largo aliento. Aquí presentó quizás la de mayor duración. En el 2001, el Museo de Arte Moderno de Nueva York, el MOMA, invitó a Michael Wesley (1963) a que registrara, fotografiara, con los métodos por él desarrollados y practicados, la construcción y reconstrucción del propio museo. La toma terminó con la inauguración de la nueva cara del MOMA en el 2004, o sea que estamos hablando de que por tres años, las cámaras de Wesley tuvieron el obturador abierto dejando que el tiempo imprimiera su paso, o dicho en otras palabras, se registrara el movimiento ocurrido en todo este tiempo. El resultado, como se ve, es exactamente el contrario a la famosa fotografía de Daguerre del Boulevard du Temple, imagen en la que está ausente, precisamente, el movimiento. Tanto así ha cambiado la fotografía, pero sobretodo nuestras expectativas sobre lo que ésta debe hacer, registrar y preservar.
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