Es un principio aceptado que para entender la producción artística de América Latina hay que verla íntimamente asociada a la actividad política de los diferentes países de la región, ya sea porque los productores participan directamente en movimientos, partidos políticos o gobiernos (paradigmáticos son los escritores del siglo XIX), o bien porque a través de su obra buscan influir en uno u otro sentido del espectro político e ideológico (aquí el ejemplo serían los muralistas mexicanos). Ya sea por una u otra modalidad, o por cualquier otra que pueda asumir esta asociación, lo cierto es que en esta parte del mundo parece que la discusión entre la separación o fusión de arte y política se ha decantado a favor de esta última posibilidad, no como tendencia moderna o contemporánea sino incluso desde antes de la llegada de los europeos a estas tierras. Por su parte, esta relación entre arte y política puede adquirir una dimensión utópica entendida como la participación en la concreción, construcción, realización de un no-lugar presente pero que se entrevé o se anuncia en la sociedad del futuro. Un ejemplo de este carácter utópico del que se puede cargar el arte es, por ejemplo, la Escuela del Sur surgida del Taller de Torres García, a partir del cual se estaba preparando a los productores que construirían un arte libre, auténtico, de origen, con profundas raíces pero apuntando hacia las estrellas, un arte para el presente, pero sobretodo para el futuro. La imagen que aquí presentamos, el Tótem: Hombre Universal, s/f de Francisco Matto (1911-1995) alumno directo de Torres García, sintetiza, desde mi punto de vista, el espíritu humanista, utópico con que muchos países del cono sur americano, fueron construyendo, pensando, creyendo que en verdad tenían al futuro atrapado en sus manos.
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