Hace una cuantas entregas me referí al desafortunado y frustrado emperador Maximiliano de Habsburgo y su vano empeño de formar un imperio en tierras mexicanas. Ahora presento aquí una fotografía de quien fuera su consorte, la emperatriz María Carlota Amalia (1840-1927). Para variar desconozco la autoría de la imagen pero es probable que se debe al estudio de Cruces y Campa o bien sea de Julio de María y Campos quien actuaba como el fotógrafo mexicano oficial de su marido, e incluso, del impuntual Aubert. Al margen de las muchas historias que se cuentan de la locura de la emperatriz, si se debió o no a su repentina y trágica viudez, si desde niña ya presentaba desequilibrios emocionales o que de plano fue empujada a la locura por el veneno que le diera una herbolaria seguidora de Juárez, lo interesante de esta mujer y su breve paso por nuestro país es que convirtió en realidad pasajera el sueño de muchos y muchas y no sólo de aquel momento, sino hasta de la actualidad. Quiero decir, Carlota Amalia actúa, en el imagnario de nuestra sociedad, como el ejemplo de una historia de amor que toda adolescente quisiera vivir, o de la vida en la realeza a la que toda joven mexicana tiene, si tiene con qué, derecho a vivir, ¿no acaso el slogan de una exclusiva tienda departamental de nuestro paìs, dice algo asi como que por fin las princesas mexicanas ya cuentan con su palacio; no acaso así se exhiben las retratadas de Daniela Rossell ? La liviandad y superficialidad con que se tratan estos temas hacen que sea más fácil identificarse con Carlota que con la Corregidora por ejemplo. Por otra parte, tal y como lo muestran las Carte de visite de la época, ni duda cabe que la corte que seguía a la emperatriz y ella mismo definieron un estilo, de vida y de moda, que se impuso en nuestro país a lo largo del siglo XIX. Visto así me parece que los efectos del Segundo Imperio de los mexicanos, tuvo y tiene otras consecuencias que las señaladas por la historia tradicional.
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