Una de esas historias por las que es difícil pronunciarse es la de Maximiliano de Habsburgo (1832-1867), quien mediante engaños aceptó inocentemente encabezar el Segundo Imperio Mexicano que tuvo fugaz pero intensa vida, de 1863 a 1867, llorado aún, aunque no se crea, por los más recalcitrantes conservadores.
Salvo un mural de Orozco (Chapultepec) y otro de Rivera (Palacio Nacional), no hay muchas otras representaciones de Maximiliano en el arte moderno mexicano, curiosamente, quien más se ocupó de este triste personaje fue Edouard Manet (1832-1883) quien realizó por lo menos tres versiones de su fusilamiento en el cerro de las Canpanas, en Queretaro, probablemente inspirado en un fotomontaje que circuló ampliamente por Europa y que el impresionista convirtió en una versión franco-mexicana de los Fusilamientos del 3 de mayo (1814) de Francisco de Goya.
El fotomontaje del fusilamiento del pretenso emperador de los mexicanos, tiene la siguiente historia. François Aubert (1829-1906) quien llegó a México casi de la mano de la corte real, en 1864, se convirtió en algo así como el fotógrafo oficioso de Maximiliano. El día en que éste finalmente fue fusilado, el fotógrafo "oficial" no se encontraba presente por lo que tuvo que conformarse con documentar el hecho con imágenes como la que aquí presentamos (el cadáver de Maximiliano antes de ser embarcado a Europa) o la más famosa de ellas, la de la camisa ensangrentada y perforada por los impactos de bala que recibiera el frustrado emperador del pelotón de fusilamiento. Además, es muy probable que el propio Aubert relizara la composición trucada que hizo llegar a los editores del viejo contienente quienes la convirtieron rápidamente, en un best seller.
Si nuestros productores plásticos no se han ocupado de la figura de Maximiliano, por lo menos sí contamos con los trabajos de Aubert y una historia que relata una de las primeras falsificaciones de la fotografía documental o de guerra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario