lunes, 6 de septiembre de 2010

Así fue, así es México (entrega No.6)

Todo país guarda en algún lugar de sus ciudades, lo mismo las grandes que las más pequeñas, una muestra de su pasado, no del material que puede o no ser sostenido y valorado adecuadamente, sino del no tangible, del que se hace presente en cierto tipo de costumbres, hábitos, formas de interacción social, creencias. Personas, conductas y objetos de uso diario se convierten en correas de transmisión entre el presente y una historia que nunca fue contada pero que es el tejido real, vivo, del ayer. La fotografía, desde su aparición, han jugado un papel determinante en la preservación de ese pasado sin mucho más que hacer que simplemente registrarlo y mostrarlo, hacerlo evidente a los demás, al presente y a quienes en el fututo quieran conocerlo a pesar de no reconocerlo en sus propia realidad. En México, aún fotógrafos tradicionalmente más preocupados por el formalismo, son tentandos de vez en vez para incluir en su quehacer este tipo de temática, tal y como sería el caso de Lázaro Blanco (1938) de quien presentamos aquí un ejemplo de su más reciente exposición Temporarios. Y es que es difícil no hacerlo en las ciudades de este país en las que a la vuelta de cada esquina, a la mitad de cualquier calzada, en la sombra de los járdines o en las afueras de las factorías, está aguardando una imagen de ese pasado que no termina de irse por más que la modernidad de las ciudades haga todo lo posible por irlo empujando fuera de cuadro.
(Imagen tomada de: www.arts-history.mx)

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